CAPÍTULO 3 PARTE 2: CARRERA DE PATOS

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Ese día, era el día, no nos perderíamos la carrera de patos. Si Ed ya había estado ahí el día anterior, no tenía sentido que repitiera hoy el evento. La carrera de patos es otro de esos eventos tradicionales de Puerto Cristal, los criadores de patos eligen su pato más fuerte y lo entrenan todo el año para estas competencias. Es superemocionante ver a esos pequeños animalitos, chapotear en el Lago Ra. Los patos son tan impredecibles que su duro entrenamiento no puede asegurar nada, pero también son muy inteligentes y resistentes. En fin, el comportamiento natural de cualquier ser es fascinante. Siempre doy gracias por la oportunidad de convivir con tantos seres diferentes y por todo lo que me han permitido aprender de ellos.

—El número diez ha quedado en primer lugar desde el lunes —nos contaba Rita, emocionada –todos le han apostado.

Nos sentamos en la primera fila, donde podíamos sentir los resultados del chapoteo.

—Las bonitas niñas de Ciara han venido a ver la carrera —la voz de Van nos saludaba a la espalda —. La carrera de patos es un evento que promete este año, debí suponer que no se lo perderían.

Belén se giró con cautela y disimulo, ocultando nuestro interés en saber si Van gozaba de compañía. Pero la sutileza le duro muy poco. Los ojos de la inocente Belén saltaron de su rostro, dejó escapar un agudo gritillo y tomó mi brazo de forma brusca y desmedida. Con suma dificultada logré mantenerme calmada, con mi vista fija en el lago.

—Sí, Ed viene conmigo —Van carcajeo burlón sin compasión.

La carrera fue emocionante, al menos es lo que recuerdo que decían todos. El número cinco no quería darle victoria al número diez, y aunque la carrera fue suya todo el tiempo, en los últimos cuatro segundos el número diez consiguió adelantarse y cruzar en primer lugar por tercera vez consecutiva aquella semana. No preste atención a nada, mantuve la vista en el lago, pero por mi mente solo se paseaba Ed; su absurdo show del día anterior y mis ganas de salir corriendo antes de toparme con su sonrisa. Sí, yo le tenía miedo a su sonrisa, era mi debilidad.

—Vamos Belén, hay que reservar los asientos del próximo evento —la tome por el brazo cuál niña pequeña. Belén únicamente es dos años menor que yo, pero su distraída mente y corta estatura a veces me hacen pensar que son muchos los años de diferencia. Nos colocamos de pie sin mirar atrás.

—Hay un nuevo sabor de helado en la heladería, al sur del festival que deseo probar —lanzo Van el anzuelo.

—¿Nuevo sabor? —la curiosidad desbordo por cada poro de Belén, cayó en la trampa.

—Helado de algodón —dijo Van viéndola a los ojos.

Belén me miraba con la mirada del ser más tierno que pueda existir.

—No tenemos monedas, son para los tiquetes de los juegos de esta noche —respondí acabando con su ilusión —. Tendrá que ser mañana.

—Espera, déjame pensarlo un poco —debí suponer que Belén pensaría en algo, ella siempre se sale con la suya —Tú, Van, me debes un algodón. Ahora que disfruto de algodón ilimitado, un pago justo sería helado de algodón, ¿no lo crees?

En aquel momento lo dudé un poco, pero hoy estoy segura, Ed le hizo una señal a Van golpeando su codo contra sus costillas.

—Solo una condición; tú, Rita y yo iremos por el helado. Solos tú, Rita y yo —Belén sonrió complacida.

—¿Por qué Rita tiene que ir? ¿Por qué yo no puedo acompañarlos? —interferí en el trato con el que no estaba nada de acuerdo.

—Le compraré un helado —Rita expresó su emoción con tres sutiles aplausos y una sonrisa.

—Le debo el regalo de su último cumpleaños —argumento Van.

—¡Hey! —protestó Belén —a mí nunca me has dado nada por mi cumpleaños.

—Te compraré dos helados, ya vámonos —Van arrastro a ambas en dirección al sur.

—Nada en ese trato tiene sentido —me queje.

Me senté enojada en el puesto que ocupe durante la carrera, Ed me acompañó tomando el lugar de Belén. Lo había decidido, no pronunciaría ni una palabra hasta que Belén y Rita estuviesen de regreso. En dos oportunidades el niño de cabello rizado intento iniciar conversación con algún tema banal, tan banales que no puedo recordar ahora con exactitud cuáles eran. Los seres espectadores de la carrera ya comenzaban a marcharse, cada minuto menos personas quedaban en el lago. Al cabo de poco tiempo, solo quedamos Ed y yo.

—Después de dedicarte mi triunfo quería obsequiarte mi premio, pero no te encontré —ese fue su tercer intento, el que logro romper mi silencio —. Me gustaría poder entregártelo ahora, pero simplemente desapareció, aunque suene increíble.

—No repitas nunca más que me dedicaste ese triunfo —reclame con frialdad —las estrellitas no desaparecen, se desvanecen, que es diferente.

—¿Se desvanecen? —sus ojitos expresaban confusión y asombro al mismo tiempo. Belén usaría el término confuasombro, yo puedo decir que me pareció muy bonito.

—Vale, te explicaré —dije sonriendo —. Las estrellitas son seres pequeñitos, pero muy poderosos, no debes nunca subestimar su tamaño. Así como pequeñitos y poderosos, también son delicados, sensibles ante determinadas alteraciones en lo que los rodea. Una estrellita jamás podría permanecer mucho tiempo en una bolsa de plástico corriente como en la que seguramente te la entregaron.

—Entonces... ¿Está muerta? —preguntó preocupado.

—No, no, no —salte intentando calmarlo —. Solo se desvaneció, debe estar en un lugar donde siente tranquilidad.

—Debí cuidar mejor de ella —su mirada se tornó triste.

Me conmoví y tomé su mano.

—No pasa nada, ella está mejor así —él sonrió y yo correspondí —Además, no merecías ese premio.

—¿Qué dices? Gane limpiamente —soltó mi mano disgustado.

—Eras el único que había jugado al tiro antes, tenías ventaja sobre todos los seres que estaban participando.

Ed no contesto en un buen rato, se quedó pensativo unos cuantos minutos hasta que volvió en sí.

—Ganaré algo para ti esta noche en los juegos, será un premio justo —con sus manos tomó mi rostro.

Me perdí en su sonrisa por un instante, detalle sus labios.

Me perdí en sus, detalle sus pupilas.

Me perdí hasta que me sorprendió un con un beso corto, suave y sutil.

Como si el pétalo de una flor hubiese rosado mis labios; así lo describiría.

—Te doy mi palabra de príncipe —susurro sobre mi boca antes de correr.

Lo vi alejarse, confundida y con el corazón más acelerado que el pato número diez en los últimos cuatro segundos de la carrera.

El niño de cabello rizado me había besado.

El niño de la sonrisa que más me gustaba me había dado mi primer beso.

Ed, el niño que Ciara designo como un ser prohibido, acababa de besarme.

Cuentos de Hadas: Historia del primer amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora