Diez años pasaron desde que su familia se desmoronara. Diez años en los que intentó encontrar a su hermana.

Xiao Zhan suspiró por quinta vez en las cuatro horas que llevaba en la biblioteca. No podía concentrarse en nada, a tal punto que las letras parecían bailar. Cerró los ojos y buscó calmarse, para después abrirlos nuevamente y acomodar sus lentes y continuar con su lectura.

—Ya pasan de las siete. ¿No es demasiado tarde para que sigas aquí?

El muchacho alzó la mirada encontrándose con su amigo de la escuela.

—¿Qué haces en la biblioteca Yubin?

—Estaba con unos amigos y vine por si estabas aquí aún. ¿Quieres ir a comer algo?

—No tengo hambre —sonrió—. Pero gracias por invitarme.

—Zhan, te aseguro que ellos no son así. No dirán nada estúpido —insistió Yubin.

—Esta bien —aceptó Xiao Zhan levantándose de la silla— ¿A dónde iremos?

—Por unas cervezas.

—Dijiste comer.

—Bromeo, iremos por pizza —sonrió el pelirrojo triunfante.

—¿Por qué no empezaste con eso? Sabes que nunca le digo que no a una pizza.

Yubin esperó a que su amigo terminara de devolver los libros que leía, y salieron  de la Biblioteca Yunmeng, la más grande del pueblo. El muchacho saludo a los conocidos de su amigo y empezaron a caminar juntos hacia la pizzería.

Xiao Zhan caminaba apreciando las estrellas, y como parecía que se acercaba a ellas a cada paso aunque eso fuera completamente imposible.

De pronto, su instinto lo llevo a detenerse, ignorando la conversación de Yubin y sus amigos.

Los autos pasaban rápidamente, y las primeras gotas de lluvia ya chocaban contra el pavimento, haciendo un ruido blanco que lo atraía hacia alguien.

Sus ojos avellana se toparon con unos ojos felinos color ámbar, una mirada penetrante y fría. No era capaz de despegar la mirada del muchacho de cabello castaño que estaba parado del otro lado de la pista, con ambas manos en los bolsillos y un abrigo negro que lo cubría hasta las rodillas. Era atractivo, pero a la vez misterioso.

Pestañeó una vez cuando una gota de lluvia dió a parar sobre sus pestañas, y solo bastó eso para que el extraño desapareciera.

Xiao Zhan frunció el ceño, con una sensación de dolor en su pecho que crecía a cada momento. Y cuando creyó que finalmente había terminado, las imágenes de su hermana y ese muchacho hablando en la sala de su casa, llegaron a su mente.

—¿Quién es él? —murmuró confundido, puesto que prácticamente todos en el pueblo ya se conocían al menos de vista, y ese castaño era nuevo en Lanling.

—¿Qué sucede Zhan? —tocó su hombro el pelirrojo—. ¿Viste a alguien?

—No es nada, vamos —sonrió empezando a caminar.














TE ENCONTRARÉ Where stories live. Discover now