Bondad en el corazón.

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—¡Ya te dijeron que eres gracioso! ¿De dónde sacaste esas palabras? —John Michael intentaba contener la risa— Si en esta historia el único que dice groserías soy yo.

—¡A ti te aprendí las palabrotas, eres mi mentor!

—¡Ah, ahora soy tu mentor, bésame la mano entonces y háceme reverencia, anda a comprarme el pan, prepárame el desayuno y me lo llevas a la cama! (¿Bastará con eso, o le pido algo más?)

—¿Algo más desea el señor? —Preguntaba éste, posando sus manos sobre su cintura, esperando alguna de las típicas respuestas de parte de su amigo.

—¡Sí, pégate una bañadita y ándate para tu casa mierda, andas dando lástima en la calle! ¿Dónde pasaste la noche weón? —Interrogaba éste luego de molestarlo.

—En un banco de la plaza. —Respondía con un grado de vergüenza el señor Riquelme, pegando su mirada en el suelo. John Michael notó la tristeza del hombre, por lo que cambió el tema en cuestión para intentar levantarle el ánimo, solo como él sabía hacerlo.

—¡Ah, estás trabajando en un banco weón, ya, préstame plata entonces! —Le gritaba éste, dándole una palmada en la espalda y extendiéndole la mano para recibir el dinero pedido.

—¡No, no de esos bancos, de los otros, de esos donde te sientas en la plaza!

—¡Ah, especifica entonces, y yo feliz porque tenías trabajo en un banco! Ya vamos, —resolvía John Michael, haciéndole gestos para que lo acompañara— para variar tengo que comprarte el desayuno.

—Eres mi ángel guardián muchacho. —Aquel desdichado, desde el día en que lo conoció, encontró un alma caritativa en la figura de John Michael, tomándole mucho cariño desde entonces, pues su nuevo amigo era capaz de ver mucho más que esas ropas andrajosas y la suciedad, veía en él a un ser humano.

—¡Qué ángel guardián ni qué ocho cuartos, —alegaba éste mientras caminaban en dirección al almacén— a fin de mes te paso la factura!

—Como tú digas amigo mío. —Murmuraba el señor Riquelme, un tanto acongojado por sus palabras, pensando en su interior cómo lo haría para pagar aquella deuda. Por su parte, John Michael notó que su amigo no entendió la broma, por lo que no perdió tiempo en aclarárselo.

—¡Si es broma viejo de mierda, con qué me vas a pagar! —Decía éste al tiempo que posaba su brazo alrededor de los hombros del señor Riquelme, a quien le volvió aquel brillo en los ojos al escuchar esas palabras, brillo que solo se vislumbraba cada vez que se encontraba junto a John Michael

—Si tuviera con qué, yo encantado. —Éste lo miraba con ternura y un tanto de vergüenza a la vez, pero regalándole una pequeña sonrisa al mismo tiempo.

—Con tu amistad me sobra viejito, y eso no se compra. —Esas palabras le dejaban en claro que para él eso era lo importante— ¡Y con esa sonrisa sin dientes que me regalas!

—Eres un tipo muy simpático, —le aseguraba el señor Riquelme, quien lo miraba como si se tratara de un hijo, y aprovechaba el momento para darle un pequeño consejo— ojalá ese corazón que tienes no cambie nunca con el tiempo, que el dinero no te cambie muchacho.

—¡Ah, como si tuviera mucho! —Alegaba éste. (¡Y eso es culpa del escritor de mierda que escribe esta porquería de historia, podría haberme hecho millonario, pero no!)

—Uno nunca sabe mi amigo, ¿quién no te asegura que un día te llegue mucho dinero?

—Eso sería bueno para mí.

En el acto John Michael fantaseaba con todo lo que podría hacer si contara con mucho dinero en sus bolsillos. El soñar no cuesta nada y está permitido todo lo imaginable y lo que el dinero que sueñas tener, sea capaz de comprar. Al ver que se encontraba en estado de soñador despierto, en cosa de segundos el señor Riquelme lo devolvió a la realidad.

UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora