La otra Annabeth

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En una sociedad futurista.

Annabeth era mil colores, era vitalidad y desenfreno. Era alegría, era locura, pero también era dolor.

Ella nunca entendió cuando debía parar, quiso vivir la vida al límite sin preocuparse por nada más.

Las mechas rosas en su cabello, los brillos sobre sus ojos. Las sonrisas traviesas y las miradas incitantes, Annabeth era fuego por donde quiera que pasara.

La pregunta es ¿amo a Annabeth?... Sí, yo amo a Annabeth, pero no amo a la que vivió su vida al límite, no amo a la que no escucha mis palabras, no amo a la que jamás valora a quien está a su lado.

Yo amo a la otra Annabeth. Amo a la que mira en silencio como la vida de Annabeth se apaga, amo a la que sabe que su vida está por terminar.

Amo a la otra Annabeth, la que en las sombras ha tenido que mirar a Annabeth echar su vida por la borda, la que sabe que su destino depende de aquella chica que no conoce el límite.

Una vez creí que podría amar esa Annabeth sin control, pero cuando descubrí a la otra Annabeth me enamoré de su dulzura, de su curiosidad, de su sed por aprender del mundo.

Nunca entendí por qué Frederick y Atenea no podían amar a la otra Annabeth, y seguían empeñados por salvar a Annabeth aun cuando ya no había salvación para ella.

—Porque solo no la dejan morir —dije aquella tarde mientras yacían en el hogar de las dos Annabeth.

—Percy... ¿Cómo puedes decir eso? —Atenea me miró horrorizada.

—Es lo mejor —dije—. Annabeth arrojó su vida por la borda. Cuántas veces no le rogamos que pensara en las consecuencias, cuántas veces no insistimos para que dejara de consumir esas porquerías... cuantas veces no intentamos salvarla y ella jamás lo valoró.

—Annabeth es mi hija —dijo para justificarlo todo.

Mire a la otra Annabeth a mi lado, sus ojos tristes miraban la escena. Sabía que sus horas estaban contadas por qué su existencia siempre había consistido en eso, en salvar a Annabeth.

—Ella también es tu hija — murmuré y Atenea negó con fuerza.

—Ella no es mi hija, ni siquiera debería ser considerada como una persona... es un ser sin emociones, ni sentimientos.

Atenea estaba tan equivocada. La otra Annabeth sentía y me quedaba claro que entendía perfectamente lo que era amar.

—Ella siente y es mucho más consciente de lo que Annabeth nunca fue.

Atenea río en medio de una sonrisa amarga e irónica.

—Te enamoraste del reemplazo de mi hija —miró a la otra Annabeth con amargura—. ¿Cómo puedes amarla? ¿Cómo?

—La amo porque ella siente, ella vive más allá de solo ser un reemplazo —miré a la otra Annabeth a mi lado, tomé su mano—. Ella no únicamente es un reemplazo de órganos. Ella merece una vida propia.

—Ella no...

—Atenea, por favor... —dije apretando ligeramente su mano—. Annabeth ya no tiene esperanzas, sabes que ella ya no va a volver. Por favor —miré a la otra Annabeth—, no la expongas a la muerte por algo que ya no tiene sentido.

Atenea me miró con un profundo dolor, pero aun así comprendí que ella lo había entendido.

Annabeth fue desconectada y la otra Annabeth al fin tuvo la libertad de vivir. Por fin pudo conocer el mundo que tanto ansiaba y así amarnos con libertad.

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EXPLICACIÓN

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Paso a explicar esta mini historia porque creo que lo amerita.

Todo sucede en una sociedad futurista donde algunas personas desde su nacimiento poseen un reemplazo.

Al nacer, algunos padres piden la creación de una copia que sea genéticamente igual a su bebé. Así creaban un nuevo bebé completamente igual, pero sin ninguna complicación de salud, para que posteriormente si en un futuro el bebé original necesitará un trasplante, el reemplazo fuera el donador.

La idea anterior no la invente yo, la tome de un recuerdo. Cuando era niña me contaron un libro que hablaba de eso y quise plasmar un poco de ello aquí. En un mundo donde existieran dos Annabeth y aquella que parecía no tener oportunidad fue la que en realidad más amo.



La otra Annabeth |COMPLETA|Where stories live. Discover now