CAPÍTULO 3

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Gautier parecía muy satisfecho, mientras que Hugh se ahogaba en cada paso que le acercaba a casa, y por supuesto, a la hora establecida para que Anne Sarah Niemenh viniese a ella cada día de la semana, a recibir clases particulares de dibujo y acuarela en vistas a su próxima presentación en sociedad. Una dama con aspiraciones a un buen matrimonio con alguien de elevado rango social, era casi obligatorio que tuviese dotes artísticas, como pintar, cantar, tocar algún instrumento, o semejante, además de una educación exquisita.

—¿Qué te ocurre muchacho?—preguntó Damien sorprendido de el lento caminar del siempre bien dispuesto joven.

Hugh respiró hondo y pegó a su rostro una sonrisa tranquilizadora en su rostro.

—Nada, Maestro––murmuró el muchacho.

Se vislumbraba la calle donde vivían. Damien miró de reojo a su joven discípulo. Le conocía bien, algo estaba pasando por esa cabeza.

— ¿Te incomoda que haya cogido un nuevo alumno? Nunca te ha asustado el trabajo––inquirió el señor Gautier.

—Al contrario maestro, creo que estamos teniendo suerte, ahora que ha bajado la demanda de retratos. Pero temo que... bueno, nuestro problema con su visión mermada puede quedar al descubierto––sonó preocupado, era verdad.

—Ya está todo hablado, saben que tú estarás a cargo de las clases básicas y yo de las magistrales. La señora Niemenh ha puesto alguna traba, pero ante la insistencia de su hija por recibir instrucción en bellas artes, mandará a una doncella acompañando a la señorita, y todo será de lo más respetable––explicó para tranquilizar a su protegido.

Hugh no quiso insistir más en el tema y cambió de conversación al instante, el problema era suyo. Tendría que ver a diario al objeto de sus deseos más indecorosos. A la mujercita que le perseguía en sueños. A la belleza dorada y virginal que quisiera plasmar en un lienzo tan desnuda como a una Venus. La que inspiraba en él toda clase de sentimientos y anhelos masculinos imposibles.

Tendría que tener extremo cuidado si no quería meter en problemas a su maestro. Una mala palabra, un comportamiento reprochable, podría acabar con la buena fama que estaba tomando como profesores de dibujo y pintura para jóvenes entre la buena sociedad de Londres. El futuro económico de su maestro Damien estaba en juego, la tranquilidad para su vejez podría pender de un hilo.

La jovencita no parecía ajena a su persona, y como chiquilla curiosa, parecía empeñada a explorar esa parte de la vida reservada a los adultos. Pero Hugh no estaba dispuesto a ofrecerse como voluntario para los primeros escarceos de una jovencita, demasiado atrevida y ansiosa de aprender juegos de mayores.

* * *

Anne no pudo dormir en toda la santa y larga noche. Apenas tocó la taza de chocolate del desayuno y a punto estuvo de que le prohibieran salir de casa creyéndola enferma. La criada no tardó en comunicar a su madre que no había probado bocado en todo el día, y ésta casi llama al doctor y la mete en la cama bajo media docena de mantas.

Al final pudo convencer a su ansiosa progenitora que, no eran más que nervios de anticipación por aprender, y de estar a la altura de las exigencias de un maestro pintor como Gautier. Su madre puso los ojos en blanco, y la obligó a comer todo el pescado con verdura del almuerzo. Y a tomar un par de tazas de té de tila y camomila.

Pero al fin estaba a bordo del coche familiar. El Silver Ghost rojo oscuro, con su capota castaña y sus bien pulidos adornos en bronce dorado. La doncella asignada a acompañarla fue Mary, una joven que apenas llevaba un año sirviendo en casa, haciendo toda clase de tareas. Casi suspiró de alivio. Creyó en un primer momento que su madre enviaría a su propia doncella, la metomentodo O'Connell.

Cartas de amor desde el frente.Where stories live. Discover now