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Eduardo y Nikolás salieron de la habitación y luego de la casa, el pelinegro le puso el casco a su novio cómo era su costumbre, subieron a la moto, el rubio se apegó a la espalda del ojiazul con fuerza. Eduardo condujo por varios minutos, hasta que llegaron a la casa del pelinegro, el plan había salido con las palabras del ojiazul, "¿Quieres ir a mi casa hoy?, para pasar el rato juntos, los chicos son demasiado bullosos", Niko había respondido con un nervioso, "Claro". Niko tenía muchos nervios, mucho miedo, está de más decir que jamás había hecho el amor con nadie, y el porno le parecía realmente asqueroso, así que no sabía nada, nada del tema. Bueno, lo que sabía era por las escenas eróticas y semi eróticas de sus libros. Le daba miedo que a Eduardo se le diera por querer dar el siguiente paso y él quedara completamente perdido, además, sabía que el pelinegro seguramente ya lo había hecho infinitas veces con muchas personas, era demasiado sexy cómo para desaprovecharlo, así que ya tendría experiencia, mucha gente ya lo había complacido y él no sabría cómo hacerlo, no podría hacer que el pelinegro se sintiera... bien.

- ¿Niko? ¡Nik! Oye.

Nikolás movió su cabeza saliendo de sus pesimistas pensamientos, Eduardo lo miraba con esa sonrisa ladeada, sexy y encantadora.

- ¿Qué sucede? ¿En qué tanto piensas, mi amor?

Eduardo retiró el casco de la cabeza de Niko y caminaron hacía la casa.

- Uh, nada, ya sabes lo distraído que soy.

- Yo no te considero distraído.

Entraron a la pequeña casa, que era cómo el tamaño de la habitación de Niko.

- Traté de ponerla más ó menos presentable, sé que no es tan linda cómo la tuya, pero... bueno... aquí vivo.

- Es pequeña, pero bonita.

Eduardo sonrió.

- Ven, tengo postre de limón en la nevera.

- ¿Te gusta el postre de limón?

- Es mi tercera adicción.

- ¿Cuáles son las otras?

Eduardo sacó un bol de la nevera y lo llevó hasta la mesa para luego coger un cuchillo para cortarlo.

- La primera eres tú y la segunda las motos.

Niko sonrió, Eduardo sirvió el postre en un plato y se lo dió al rubio y luego se sirvió él.

- Delicioso, ¿Lo compraste?

- No, yo lo hice.

- ¿De verdad? ¿Cocinas?

- Vivo sólo bebé, tuve que aprender.

- Es tierno imaginarte cocinando, chico malo.

- Ven, vamos a mi habitación.

Eduardo cogió de la mano a Niko y lo guió hasta su habitación, era muy pequeña, apenas cabía su cama y el tocador con espacio para moverse.

- Es del tamaño de tu armario.

Nikolás rió.

- Es verdad, pero es calentita.

Niko se sentó en la cama, Eduardo prendió el televisor que por supuesto no era un plasma cómo el del rubio.

- ¿Y el dinero que ganas en las carreras, Eduardo?

- Lo estoy ahorrando para cuándo vivamos juntos, te compraré una casa tan, tan, tan bonita y grande cómo en la que vives ahora. Y te compraré un auto y te daré muchos regalos.

Prejuicios // Adaptación Emiliaco Kde žijí příběhy. Začni objevovat