✏Déjà Vu✏

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Aquella mujer de vestido amarillo con tonos naranjas caminaba tranquilamente por la plaza, mientras tomaba de la mano a un Camilo de 4 años, quien miraba todo a su alrededor, pues apenas estaba descubriendo el mundo. Mientras que otra señora también caminaba pacíficamente en la misma plaza, también teniendo agarrado de la mano a su hijo de 5 años, Mariano. Ambas mujeres llegaron a la orilla del río del Encanto, Pepa se sentó junto con su niño, y la otra señora repitió la misma acción, estaban solo a unos cuantos metros de la otra así que aprovecharon y comenzaron una pequeña plática mientras sus retoños solo las veían hablar, fue que entonces Mariano tomo la iniciativa y se acercó al Madrigal.

–Hola, ¿como te llamas?– Se sentó junto a aquel chiquillo, quien lo veía un poco tímido.

–Camilo, ¿y tu?– Respondió en un tono un poco bajo.

–Mariano Guzmán– Le extendió la mano para saludarlo, a lo que el contrario accedió con un poco de pena. Pero esa sería la única vez que interactuaron, ya que la madre de Mariano se mudo junto con su hijo a otro pueblo.

Ambos chicos ya habían crecido, teniendo ahora 20 y 21 años, Camilo por ser de la familia Madrigal se encargaba de cuidar a los niños de Encanto y entretener a las personas que se encontraran desanimadas. Mientras que Mariano trabajaba en una lavandería, lastimosamente su madre había fallecido. Pero ninguno recordaba al otro. 

El de camisa blanca decidió tomar unos días de vacaciones, pues la verdad era pesado su trabajo, y que mejor manera de descansar que volver a su pueblo natal, al lugar que lo vio nacer, así que tomo sus cosas y las guardo en una maleta para poder visitar aquel lugar de Encanto. Finalmente cuando había llegado, se dispuso a recorrer todo el lugar, cuando escucho una voz que se le hizo extrañamente familiar, nunca la había oído, o quizás si. Se acercó cada ves más al origen de ese sonido y ahí vio a un chico que cambiaba de forma repentinamente, siendo rodeado por muchos niños que se divertían de ver al Madrigal convertirse en una y mil personas. Se quedó parado observando el pequeño show que montaba aquel chico que le parecía extrañamente conocido.

–Parece que hasta atraigo a los adultos también– Volvió a su forma real mientras le sonreía a Mariano.

Este solo se avergonzó un poco, saludo y se dio la vuelta con la intención de irse, pero tropezó y termino por caer sobre un cactus de tamaño considerable; los niños y Camilo solo hicieron una mueca de dolor al ver a aquel hombre llenarse de espinas. El de ruana amarilla se acerco y le extendió la mano para ayudarlo a levantarse y quitarse las espinas. Los niños se fueron y entonces solo quedaron ellos y un par de personas chismosas, entre ellas, yo. 

–¡Auch! ¿podrías ser más cuidadoso?– Exclamó de dolor al sentir como le quitaban una espina de la mano. 

–Perdon, pero la mera verdad es que las espinas duelen, duelen mucho– Se justificó mientras terminaba de sacar aquella molestia punzante. 

El de rizos sacó de su pequeña bolsa una arepa y se la entregó al contrario.

–Ten, te aliviará un poco el dolor– 

–¿Una arepa?– Preguntó con cara de "es en serio".

–Peero no es cualquier arepa– Dijo alargando un poco la "e".

–Son las arepitas de mi querida tía– Al finalizar de sacar todas las espinas y de que el Guzmán se terminara de comer aquel aperitivo, se levantaron y fueron en direccion al puente de aquel lugar, se sentaron y hablaron pacíficamente, como si se hubieran conocido hace años, bueno, así era realmente, solo que ellos no lo sabían.

–Ah por cierto, ¿cual es tu nombre? ¿Chico cactus?– Cuestionó burlándose un poco por lo anteriormente acontecido.

–Mariano Guzmán – Respondió luego de sacar un pequeño suspiro. El otro solo se quedo pensativo unos segundos, sentía que ya había  oído ese nombre.

–¿Y tu?– Devolvió la pregunta.

–Camilo Madrigal– Extendió su mano para poder saludar a Mariano. Estrecharon las manos pero algo paso, como si hubieran encontrado algo en su agarre de manos, como si ya lo hubieran hecho antes. Ambos pusieron la misma cara de confusión.

–¿Te sentiste igual?– Preguntaron al unisono. No dijeron nada más, solo se quedaron viendo directamente, a lo que el de ojos verdes solo soltó una pequeña risa.

–Wow, esto es raro– Dijo mientras sonreía, a lo que el castaño reconoció esa sonrisa, recordó a aquel niño con quien una vez hablo. 

–¿De verdad eres tú? – Sorprendido, se acercó un poco más al de ropa amarilla, quien lo miraba con extrañeza, pero en un instante, su semblante cambio a uno de sorpresa también.

Se encontraron, al fin habían hallado ese recuerdo casi perdido.





Dulce de Leche.•°  / MailoWhere stories live. Discover now