1

183 24 6
                                    

Para algunas personas, Nueva York era la ciudad de los sueños.

Para otras, era un infierno lleno de ratas y basura en las calles.

Para Peter, era su hogar, y al haber nacido y crecido en aquella ciudad, ya estaba más que acostumbrado a las ratas y la calle llena de basura. Aunque eso no significaba que le gustaba el perseguir a las ratas con una escoba para sacarlas de su departamento y que la basura en frente sea lo primero que veía al salir.

De todas maneras, no existía una ciudad perfecta en el mundo. Nueva York definitivamente no era perfecta. Y Peter lo sabe. Vaya que lo sabe. Lo sabe porque es un padre soltero con dos mocosos a los que ama más que a nada en éste mundo y paga la renta de un departamento de tres habitaciones en la ciudad de Nueva York y a pesar de que no le va mal en la cafetería, tampoco le va lo suficientemente bien, por lo menos no tan bien como le gustaría. Incluso con los cheques que Tony le envía cada mes.

Pero sí lo suficientemente bien como para haber llevado a sus gemelos de compras para el regreso a clases, de lo cual está orgulloso. Una nueva mochila para Noah, tennis nuevos para AJ, cuadernos y lápices y sacapuntas y hasta pequeños llaveros con peluches colgando de ellos solamente porque Noah los pidió. ¿Y qué si se tardará un poco más de lo usual en pagar la renta aquel mes? Sabe que valdrá la pena cada vez que recuerda lo emocionados y felices que estuvieron sus gemelos cuando salieron de la tienda con todas las bolsas.

Y Peter adoró ver a sus niños tan alegre y adora a los dos, pero lo que no adora es despertarse y que su hija lo esté observando como si ella hubiera estado esperando toda la noche a que él se despertara.

—¡Jesús! Noah, vas a hacer que me dé un ataque al corazón un día de estos.—Él exhaló mientras que se recuperaba del susto. Peter vio el reloj en su mesa de noche. Eran las cuatro, una hora antes de cuando se despertaba usualmente para ir a preparar todo en la cafetería.

—Tuve una pesadilla.

Peter ama a su hija. De verdad que la ama. Noah es su princesa, su ángel, su niñita a la que debe proteger de todo mal en el mundo y de cada chico que quiera romperle el corazón y a la que jamás entregará en el altar porque nadie es suficientemente bueno para ella y sabe que no podrá dar dos pasos sin romper en llanto por la belleza de su hija en un vestido de novia.

Pero a pesar de todo eso, su hija le recuerda a Merlina Addams aveces.

Peter se hizo a un lado en la cama, dándole espacio a Noah para que ella se pusiera a su lado. Y sí, Noah tiene doce años—lo cual Peter se niega a aceptar porque el aceptar que sus niños tenían esa edad era como aceptar que él está envejeciendo, a pesar de que, sí, a sus veintisiete años, es muy joven comparado con otros padres de preadolescentes, lo cual las miradas con desdén y disgusto de algunas de las madres en la escuela de sus hijos no para de recordarle.—, técnicamente es demasiado grande como para ir a la habitación de su padre tras ser despertada por una pesadilla, pero ella podría tener treinta años y Peter aún la trataría como si fuera una recién nacida.

—La próxima vez despiértame, no te pongas a verme dormir.—Él susurra mientras que abraza a Noah por detrás, y le da un pequeño beso en su cien antes de quedar dormido otra vez, con su barbilla encima de la capota que Noah usa en su cabello para poder protegerlo mientras duerme. Una hora después, los dos se quejaron al escuchar la alarma del reloj.

Como era costumbre, Peter caminó hacia la cocina aún medio dormido como un Zombie y no despertó de verdad hasta después de que se preparó su primera taza de café del día. Dejó que Noah y AJ durmieran unos minutos extra antes de despertarlos y decirles que empezaran prepararse, y la usual pelea por cual de los dos iba a usar el baño primero empezó. A éste punto quiere ahorrar para que puedan mudarse a un departamento más grande solo para que puedan tener un segundo baño.

A Smell Of Coffee And Ink [Spideychelle]Where stories live. Discover now