En el lugar equivocado.

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Frente a ellos, una larga escalera con peldaños y pasamanos de madera vieja y resquebrajada, pero firme. Los hombres comenzaron a subir hasta que llegaron a la entrada del oratorio. En ese instante el anciano invitó a su acompañante a rodear el edificio por un costado, y le mostró el paisaje que frente a sus ojos estaba.

—Observa muchacho. —Cansado por la caminata, el anciano se sentaba en una de las tantas bancas que se encontraban en el lugar.

—¡Vaya, la vista es espectacular! —Exclamaba éste sorprendido al contemplar la vista ofrecida por el anciano— Toda esa ciudad que a lo lejos se ve iluminada, llena de ruido. No como aquí, este silencio es indescriptible, nunca creí estar de noche en un cementerio y encontrar tanta paz y tranquilidad. Ese puente de allá debe ser enorme, desde aquí se ve grande. Esta ciudad es pequeña en comparación a aquella.

—Te he traído aquí para que comprendas lo que hablaremos, —indicaba el anciano— y así como tú me hiciste una pregunta, espero me dejes también hacerte una.

—Con toda confianza señor, —expresaba nuestro amigo— pregunte lo que quiera. ¿Eso que se ve al frente es un lago o es el mar?

—Algo así. Bueno vamos, creo que el frío amerita algo de calor en el cuerpo.

—Si vamos, y baje con cuidado, no sería bueno que tropiece y caiga escalera abajo.

—Tranquilo muchacho, estaré viejo, pero conozco este lugar como la palma de mi mano. ¿Y tú muchacho, cuál es tu historia, tienes familia? —Preguntaba el anciano mientras descendían a paso lento por aquella escalera.

—En algún lugar lejos de aquí está mi familia. —Respondía un tanto melancólico.

—Por tu tono de voz imagino que los extrañas, y que estás aquí por ellos.

—En parte sí, estoy por ellos, para protegerlos.

—Perdón si mi pregunta te incomodó.

—Para nada señor, es solo que me entristece estar lejos de ellos por culpa de terceros. Y el no saber si se encuentran bien es lo peor de todo. —Confesaba mientras contemplaba el firmamento.

—Bueno, la noche es joven, tendremos tiempo de charlar, —aseguraba el anciano— vamos de vuelta para tomar algo caliente y responderé tu inquietud para que estés más tranquilo. Espero que lo que te voy a decir te sea de ayuda.

—Yo también lo espero mi amigo. (¡Por fin, lejos de los muertitos un rato, todavía estoy asustado pero debo hacer de cuentas que no!)

Ambos emprendieron la marcha de vuelta. Al llegar, la rutina del anciano fue la misma, con la diferencia que en esta ocasión, el anciano dejó la anafre enchufada a la toma de corriente para que su calor temperara un poco la habitación. Una vez que se encontraban cada cual con su taza en la mano, prosiguieron la conversación.

—¿De modo que llegaste a mí para ver si puedes dar con aquel sujeto?

—Así es, él es el causante de todos los problemas que estoy acarreando, y la verdad ya no doy más con esta situación. —Le aseguraba mientras mantenía aquella taza con café entre sus manos.

—¿También es su culpa que lleves esas ropas? —Inquiría el anciano, queriendo saber el motivo de tan extraña vestimenta— Pues por mucho que intentes cubrirlas, se notan igual.

Era una pregunta que inevitablemente la escucharía tarde o temprano, pues a pesar del esfuerzo de la señora Adelaida por disimularlo, de todas formas se notaba. Pensó la manera de eludir la respuesta, sin embargo, sintió que no era lo adecuado, dada la amabilidad mostrada por aquel extraño hacia él.

UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLETA)Where stories live. Discover now