El Soldado ha escapado.
Es libre, pero el mundo no lo dejará respirar tranquilo. Lo buscan, por todas partes, vivo o muerto.
El mundo lo busca. Su cabeza lo controla.
Camina por las calles, pero sigue siendo el mismo prisionero.
Sus demonios inter...
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Los tres últimos días no habían sido fáciles para Brianna.
Setenta y dos horas cargadas de nerviosismo e incertidumbre, preparándose mentalmente para la libertad con la que tanto había soñado.
Cuatro mil trescientos veinte minutos en los que su conciencia no había dejado de torturarla ni un solo segundo. El sentimiento de culpa era constante, incansable, como si su propia cabeza estuviese jugando en su contra, castigándola sin piedad.
Nada de eso tenía sentido, ni tampoco el nudo que se formaba en su pecho cada vez que él la miraba, ni la ansiedad que inundaba su cuerpo con cada hora que pasaba, obligándola a encerrarse en el baño y parpadear mirando hacia el techo esforzándose por no romper a llorar como una niña pequeña.
Despertó gracias al ruido de la habitación. Lo observó en silencio, el Soldado caminaba deprisa, moviéndose de un lado al otro mientras recogía todo a su paso, asegurándose de borrar cualquier rastro que indicase que alguna vez estuvieron ahí.
— Buenos días... — pronunció tranquilo, frenando lo que estaba haciendo para observarla y buscar aquella mirada que tanto necesitaba y ahora ella parecía negarle.
— ¿Qué... qué estás haciendo? — preguntó confundida, pasando una mano por su cabello desordenado.
— Nos vamos — contestó dándose por vencido — Ahí tienes el desayuno — señaló hacia la mesita al lado de la cama — en cuanto estés lista nos iremos — dijo antes de salir de la habitación y ponerse a fumar.
— Mierda... — susurró despacio, tratando de controlar la corriente de miedo y ansiedad que amenazaban con consumirla.
Brianna estaba harta, cansada de formular planes e ideas que siempre fracasaban, cansada de luchar contra sus propios demonios mientras se esforzaba por mantener la poca estabilidad emocional que le quedaba, pero se negaba a rendirse.
— Solo un poco más Bri... — murmuró dentro del baño, observando su reflejo pálido y desolado.
"... seremos libres Bri, felices..."
Cerró los ojos dejando que una lágrima corriese por su mejilla. Brianna regresaba al pasado, a aquel instante en el que Vlad pronunció aquella promesa llena de ilusión.
— Sigo sin entender porque te fuiste... — susurró al aire antes de volver a la realidad.
Se vistió con lo primero que encontró, un vestido negro de manga larga junto con aquella chaqueta que siempre juró detestar...