Parte 1

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Aquella mañana el sol salió en un cielo verdoso, que tornó sus rayos dorados en haces verdeazulados que se perdían en una niebla espesa. El fin era inminente. Todo lo que los gobiernos habían negado, todo el mal del que advirtieron los "locos", los "desquiciados", era cierto y el pueblo de "Constelación", se despertaba en un amanecer químico, que anunciaba la muerte innegable.

El laboratorio que el gobierno había asegurado "no existía", chillaba con su alarma anunciando el desastre desde el corazón de las montañas y el humo verde ascendía desde su centro, coloreando el cielo y enrareciendo el aire. Aquella sería la última mañana de esa tierra y no había discusión, la muerte sobrevolaba el pueblo, regocijándose en su victoria irrevocable.

Las personas corrían de un lado a otro, histéricas, atiborrando los coches con sus pertenencias más preciadas, como hormigas desesperadas, rezando porque el tiempo fuese el justo para escapar a la explosión que sobrevenía.

Él recién despertaba, puso sus pies en el suelo y a través de la ventana vio a los vecinos arrancar el coche a toda velocidad, dejando la puerta de casa abierta de par en par y al perro llorando en la entrada. Restregó sus ojos, no entendía mucho. Abajo podía oír a mamá y papá dando alaridos, moviendo cosas con gran estruendo.

De pie en la escalera llamó a su madre, bostezando aún. Su perro vino corriendo moviendo la cola peluda y dándole los buenos días con un lametón en la cara que lo sentó de golpe. Reía y jugaba con su hermano canino cuando vio a su madre subir las escaleras corriendo. No hubo beso de buenos días, ni abrazo, tenía la mirada perdida y los ojos llorosos. Lo tomó en brazos y lo sentó de nuevo de en la cama. Le puso una chaqueta gruesa sobre el pijama y unos zapatos que cubrieron las medias de estrellas azules. Echó ropas y su peluche favorito en una bolsa, dejando las gavetas revueltas. Lo cargó y echándose la bolsa al hombro bajaron las escaleras corriendo.

Papá aguardaba dentro del coche, Lo pusieron en su silla, miró de nuevo a casa de los vecinos y el perro confundido daba vueltas en el jardín. Miró a su propio perro de pie en el umbral. Mamá también se había dejado la puerta de casa abierta y se montaba en el coche dejando a la mascota. Pero su corazón no podía entender y comenzó a llorar por el perro que los miraba con tristeza.

- Mamáaa, Codyy – señaló con las lágrimas corriendo por sus mejillas. Su madre también lloraba, miró al padre, suplicante y éste dijo:

- Vale, búscalo, pero rápido debemos irnos-

Mamá se bajó abriendo los brazos a Cody que vino a ella corriendo y dando saltos de alegría entró al coche apoyando la cabeza en el regazo del niño que sonreía, aún con el gusto amargo de las lágrimas.

Pasaron de largo la tienda, el parque y la escuela, todo estaba vacío la gente corría y las calles estaban llenas de ropas y objetos extraños. Papá frenó bruscamente en el jardín de la abuela. Bajaron del coche y ella salió a recibirlos, pero no había galletas esta vez y su pelo, que siempre estaba recogido en un moño de plata caía por su espalda como una cascada de esas que le enseñaba mamá en las fotos de paisajes.

Papá la abrazó con fuerza. Mamá esperaba con él en brazos.

- Vamos- le dijo, pero la abuela negó con la cabeza.

La mirada de papá comenzó a nublarse, casi como el cielo de aquella mañana y la abuela dijo:

- Hijo mío, yo no puedo caminar bien, solo te retrasaré y debes escapar con el niño. -

- Pero mamá... - la interrumpió papá con un grito agudo

- No me grites, ya he tomado mi decisión, yo viví mi vida y agradezco por mis años, además tu padre no sobreviviría a un viaje, no sin esos aparatos a los que está conectado. No pienso dejarlo. Así que dame un abrazo y corre hijo, salva a mi nieto. -

Papá la abrazó con fuerza, mamá escondió la cabeza en mi hombro, pero podía sentir el temblor de su pecho. Me acercó a la abuela que plantó en mi frente el beso más fuerte de todos y tomando mi cara entre sus manos me dijo:

- Te amo mi niño, sé muy bueno-

Infierno verdeDove le storie prendono vita. Scoprilo ora