🔯 X. En plena agonía la sangre te atrapa 🔯

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—Debe ser algún tipo de beneficio —Savannah nos ofrendó una sonrisa agradable con su cabello cayendo sobre sus hombros delgaduchos y adoptó una postura más genuina. Esos ojos, de algún modo, arrojaron brillo.

—De solo escucharte, los nervios me dominan.

Apoyé el cojín sobre mi pecho y recliné la cabeza hacia atrás con la luz ligeramente iluminada por ambas direcciones. Lo hacía por el reino celestial y para que las voces intermediarias dejaran de emitirse en mi mente.

—Te confieso que a mí también porque estarán los de la alta jerarquía.

«Los de la alta jerarquía».

«Los soberanos».

Curvé los labios adoptando una expresión pensativa y detuve una mano en mi rodilla. Enseguida, me pellizqué debajo y vi las marcas de mis uñas. He de admitir que me estaba lastimando, alejándome hacia algún lugar mientras sentía el herbaje bajo mis pies y asentir que no estaba tan loca como muchos creían.

—Por cierto ¿qué les hace especial? —empezó a decir, dando una impresión de poder hacia los que permanecían allí.

—Reinan el templo sagrado, además de instruir a los más jóvenes para no desviar su camino, y puedan por fin comenzar de cero...

—Me gustaría saber qué es lo que hay dentro.

Su rostro cambió a uno nuevo y una gota de sudor resbaló de su frente hacia su mentón. El tiempo pasó lento, no hacía falta aligerar todo porque consideraba que era mejor así y, por ende, le parecía absurdo.

—N-no hay nada.

—Yo sé lo que escuché —protesté.

Nada cambió en su expresión, era voluble a la situación.

La vi subir escalón por escalón, apoyando su delgada mano en el barandal y asegurándose de llegar rápido a su habitación. Se proclamó un completo vacío que perforaba cuchillas dentro y fuera de mí. En fin, abundó el complemento de mi sospecha resonando una campada al aire y sometiéndome a un atadero de dudas.

Justo después de eso, caí rendida en el sofá y me apresuré a evaluar cada detalle toda vez que no paró de llover. Abrí los ojos con esmero y me puse en posición firme. Supuse que no me detendría, que trazaría con un marcador para no olvidarme en absoluto y llegar hasta donde se alcanzaba a ver la luz del horizonte.

—Me serviré helado ¿quieres? —Savannah esbozó una pequeña sonrisa mientras iba de camino a la cocina, la seguí y me senté en el alzapié.

—Claro.

Vi que sacaba el bote de helado de la refrigeradora, había en sabor a chocolate, menta y fresa. Se sirvió ella tres bolas gigantes en una copa pequeña pero anchurosa y, de golpe, una minuciosa curiosidad despertó cuando mi mirada se desvió hacia el goterón de la llave del fregadero. Esa invitación extraña, petulante y provocadora irrumpió mi momento. Me daba la impresión de que estaba tratando de avisarme algo y no estaba segura que era con exactitud. Mi instinto me condujo hacia otras áreas por un largo corredor y puertas rojas.

Anunciaron gritos, arrebato, sombras y se formaban pequeños charcos de sangre.

—Eira... —movió su mano en un gesto para verla—. ¿De qué sabor quieres?

—Fresa.

Suprimí aquel evento exagerado, adverso, aterrador y lleno de pánico. Asumí que algunas conexiones neuronales me estaban fallando, no podía verter mi trauma con la realidad y corresponder abruptamente a esa sensación punzante.

Cenizas Del EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora