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– Veo que ya compraron, ¿cómo les fue? – Preguntó el señor Mikey al vernos entrar, sonreí para después hablar.

– Nos fue bien señor Mikey, además que el señor koko me compró un algodón de azúcar, quería traer para compartir con ustedes pero lo comí todo en el camino, ¡lo siento mucho! – Me disculpe, sentía que el comerme todo y no traerles nada era ser una mal educada.

– Oye tranquila, no tienes el porque disculparte por eso, no es tu culpa... – El señor Takeomi hablo amablemente mirándome, le dediqué una sonrisa.

– tsk, no entiendo cómo le pueden tener tanto cariño a una niña, además somos mafiosos, no niñeros! – El señor Sanzu se levantó del sillón mientras se dirigía a las escaleras, eso me hizo sentir culpable, ya que pensé que por mí culpa se fue.

– Oye pequeña, no llores, sabes, el siempre ha sido así, así que no pienses que es tu culpa si? – El señor Ran, llegó hacia donde estaba yo con mis ojitos un poco cristalizados – Ahora, porque no mejor te vas a probar la ropa que compraste así no las muestras? – Me dedico una cálida y hermosa sonrisa como yo lo hice con el para después asentir feliz e irme a la habitación con las bolsas para cambiarme.

– Amm como me queda?... – Hablé llegando a la sala con un vestido color negro con blanco, unas medias hasta las rodillas color blanco y unos zapatitos color rosa, los presentes voltearon a mirarme, aunque el primero en hablar fue el señor koko.

– Gastar mí dinero en ti no fue muy malo después de todo – Hablo el señor Koko mirándome de pie a cabeza, mis mejillas se pusieron un poco rojas.

– Te ves muy bien t/n – Hablo el señor Ran.

– Opino lo mismo – Le siguió el señor Mikey.

– Señores, la comida ya está servida, con su permiso me retiro – Una de las mucamas aviso, para después hacer una referencia y irse.

– Bien, Takeomi ve a buscar a Sanzu – Al escuchar eso, fui hacia donde sentando el señor Mikey y con delicadeza le empezé a tirar de su ropa – ¿Hu?, que pasa t/n? – Me preguntó.

– ¿Puedo ir yo?... – Todos allí me miraron confundidos. – ¿porfavor?... – El señor Mikey dió un suspiro pesado poniendo su mano en mí cabeza.

– Está bien, solo no lo hagas enojar, ¿si?, no quiero que te pase nada – Le di un cálida sonrisa mientras con saltitos hiba subiendo las escaleras.

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