Hombres de la calle.

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—El que busco no está aquí, o por lo menos no lo veo.

—¿Y se puede saber a quién buscas? —Interrogaba el tipo gordo, acercándose a nuestro amigo y observando con detención la extrañeza en su apariencia.

—Solo lo conozco por Federico, es un tipo alto, fuerte y bien feo. —Al responder reclinaba un tanto su cuerpo hacia atrás, ante la mirada del hombre.

—Por aquí difícil que des con tu sujeto, como ves, estamos muy alejados del mundo. Si buscas a alguien en particular, éste no es el lugar. —Sentenciaba el sujeto calvo, quien también observaba las ropas tan extrañas de nuestro amigo— Solo encontrarás gente de la calle… vagabundos, pues así nos llaman. Pero hay una persona que conoce a mucha gente en esta ciudad, quizás él pueda ayudarte.

—¿Y dónde lo encuentro? —Inquiría éste, acercándose a su lado, en cierta forma para arrancar del gordito y sus miradas.

—En el cementerio. —Respondía éste.

Por segundos se quedó mudo al escuchar al sujeto, creyendo que no había escuchado con claridad, o peor aún, que se debía a una broma de mal gusto, pues al ser extraño y desconocido para los hombres, era de esperar que no hablaran abiertamente con él de buenas a primeras.

—¡Puta madre! —Exclamaba de inmediato, gesticulando con sus brazos ante la respuesta dada por aquel personaje— ¿Está muerto? ¡Mierda, llegué tarde! (¿Me hablarán en serio, o creen que porque ando vestido así tengo cara de payaso?)

—¡No hombre, se refiere al velador del cementerio! —Le aclaraba el tipo gordo, dándole una mirada de aquellas que entre líneas lees, ¡Hey, eres idiota acaso!

—¡Supongo que están bromeando! —Aún no entendía lo que le querían decir— ¿Es un puto mueble, tan mal están que ahora venden muebles en el cementerio? Ahora falta que me digan que los muertos lo fabrican.

—¿De qué estás hablando? —El tipo de barba también comenzaba a mirarlo raro, pensando en sus adentros si hablaba en serio o en verdad era un perfecto idiota.

—¡Eres bien bruto, —exclamaba nuevamente el gordito— el velador del cementerio es la persona que cuida el cementerio por las noches!

—¡Ah, ya entiendo! (Pensé que era joda) ¿Y dónde queda el cementerio?

—Como a una hora de aquí. —Respondía el tipo de barba— Debes ir al paradero de la esquina y tomar el autobús 33, bajarte en la calle de los Lamentos y caminar hacia el sur, como a tres cuadras encontrarás el cementerio. Pero a esta hora ya no hay autobús, de modo que después de todo sí llegaste tarde.

—¡Mierda, voy a tener que esperar hasta mañana entonces!

—Me temo que sí, además, el velador empieza a trabajar a eso de las ocho de la noche, tendrás todo el día para llegar al cementerio y encontrarlo. —Acotaba el tipo calvo.

—¿Y qué mierda voy a hacer en todo el día?

—Supongo que lo de siempre, —el tipo de barba movía los hombros y poniendo cara de interrogación lo observaba— el último autobús pasa como a las seis, para que lo tengas en cuenta en tu ajustado horario.

—Pues si no tengo de otra. ¿Les molesta si paso la noche con ustedes? —Preguntaba resignado, esperando que aquellos hombres no lo corrieran del lugar.

—Para nada mi amigo. —El tipo de barba posaba su mano sobre el hombro del recién llegado, en clara señal de aceptación al grupo— Si quieres dormir, en ese rincón hay cartones de sobra. Es una de las pocas cosas que no van a dar al fuego, ya que cuando nos ataca el sueño y el fuego ya no nos quita el frío, los cartones ayudan a combatirlo.

UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLETA)Where stories live. Discover now