Cap 7: Bangover

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Martes, 27 de septiembre, 07:30

Narra Marta

Debería hacer los deberes antes de que llegue Paco, pero estoy sentada frente al tocador de mi habitación, presionándome con los dedos la franja de piel donde me nace el pelo. Parece que el bulto que tengo en la sien izquierda va a acabar convertido en una de esas horribles espinillas que me salen cada par de meses. Cada vez que tengo una, es en lo único que se fija la gente.

Voy a tener que llevar el pelo suelto un tiempo, pero bueno, así es como le gusta a Paco. El pelo es la única parte de mi anatomía de la que me siento cien por cien segura. La semana pasada estuve en café Academia con mis amigas y me senté justo al lado de Mireya frente al espejo, y ella estiró la mano para tocarme el pelo mientras le sonreía a nuestro reflejo.

—¿Nos lo podemos cambiar? Aunque solo sea por una semana —me pidió.
Yo le sonreí, pero deseé con todas mis fuerzas ser yo la que estaba sentada al otro lado de la mesa. Odio verme al lado de Mireya.

Es tan guapa, con su piel dorada, sus pestañas infinitas y esos labios, que son como los de Angelina Jolie. Ella sería la protagonista de la película y yo la mejor amiga genérica cuyo nombre se olvida justo antes de que aparezcan los créditos.

Suena el timbre, pero tengo la certeza de que Paco no subirá inmediatamente a mi cuarto: mi madre le mantendrá secuestrado durante diez minutos, por lo menos. No se cansa de hablar de lo de Ricky y, si la dejara, se pasaría toda la noche hablando también sobre la entrevista que hemos tenido con el agente Gotzon.

Me divido la melena en mechones y empiezo a cepillar cada uno de ellos por separado. No dejo de pensar en Ricky. Su presencia ha estado constantemente sobrevolando nuestro grupo desde el primer año de instituto, pero nunca ha sido uno de nosotros. Su única amiga era Ana, una chica que va como de gótica. Pensaba que estaban juntos hasta que Ricky empezó a pedirle salir a todas mis amigas. Por supuesto, ninguna aceptó nunca. Aunque el año pasado, antes de empezar a salir con Raoul, Mireya se emborrachó muchísimo en una fiesta y dejó que Ricky la besara durante cinco minutos dentro de un armario. Después de eso, tardó toda una vida en conseguir que la dejara en paz.

La verdad es que no sé qué esperaba Ricky. A Mireya solo le gusta un tipo de chicos: los deportistas. Debería haberse lanzado a por una chica del estilo de Alba. Es bastante mona, de una forma discreta, con esos ojos miel y ese pelo rubio platino que le queda un poco más largo de los hombros. Además, Ricky y ella debían de estar juntos en todas las asignaturas avanzadas.

Sin embargo, tengo la impresión de que a Alba no le gustaba mucho Ricky. O más bien nada. Cuando el agente Gotzon nos contó como habia muerto Ricky, Alba parecía... No sé lo que parecía, pero, desde luego, no parecía triste.

Alguien llama a la puerta y veo que se abre en el reflejo del espejo. Sigo cepillándome el pelo hasta que Paco entra. Se quita las zapatillas y se desploma en mi cama con los brazos colgando a ambos lados del cuerpo, fingiendo estar derrotado.

— Tu madre me deja frito, Marta. Nunca había conocido a nadie capaz de hacer la misma pregunta una y otra vez de tantas maneras distintas.
—A mí me lo vas a contar... —le digo, levantándome para tumbarme con él.

Paco me rodea con el brazo y yo me acurruco a su lado, apoyándole la cabeza en el hombro y la mano en el pecho. Nuestros cuerpos encajan a la perfección, y yo me relajo por primera vez desde que me han llamado al despacho de la directora Galera esta mañana.

Deslizo los dedos por su bíceps. Paco no tiene unos músculos tan definidos como los de Raoul, que entrena tanto que prácticamente parece un superhéroe, pero en mi opinión tiene un equilibrio perfecto entre musculatura y delgadez. Y es rápido, el mejor central que ha tenido el Instituto Ot en años. No tiene tantos pretendientes como Raoul, pero hay varias universidades interesadas en ficharle, y tiene todas las papeletas para ganarse una beca.

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