›› ♡ 𝑩𝒆𝒔𝒐𝒔.

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—Killua, ¿podemos besarnos cómo sale en una película? —el albino casi se atraganta con la soda que estaba bebiendo

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—Killua, ¿podemos besarnos cómo sale en una película? —el albino casi se atraganta con la soda que estaba bebiendo. Más bien casi se le sale por la nariz.

—¿Q-qué? —lo vio limpiando su barbilla con el rostro rojo hasta las orejas. Se delataba por su tono de piel pálido.

—Sí, los protagonistas lo hicieron porque compartían un lazo muy fuerte. ¡Igual que nosotros! 

Killua se dejó caer de lado en la alfombra. Gon se preocupó.

—¡¿Estás bien?!

Lo sabía. No tenía que dejarlo viendo la televisión mientras salía a comprar unas cosas. 

Si Mito-san se enteraba que terminó descubriendo ese tipo de escenas por su culpa... Aunque en realidad ya eran todos unos adultos prácticamente. Solamente que la peli naranja los seguía tratando como unos niños. Esa sobre protección de cierta manera le daba un déjà vu de recuerdos desagradables.

Gon ni siquiera se dio cuenta del pequeñito detalle de que ambos son chicos. ¿No le importaba?

—¿Killua? —sintió la mano sobre su hombro. Pudo calmarse un poco pero aun su cara estaba sonrojada.

Se acomodó para sentarse en estilo indio frente a él.

—¿Crees que tenemos ese tipo de relación? —preguntó mirando hacia el suelo. Sus manos temblaban.

El azabache se mantuvo callado meditando. Sin embargo sus ojos no perdieron aquella determinación tan característica.

—Estoy seguro que... Quiero hacer ese tipo de cosas contigo. —rascó su nuca. —So-solo cuando estamos solos me siento cómodo y yo... —tragó saliva. —No puedo pensar en nadie más que no seas tú.

No supo que responder. Creía que esas palabras eran producto de su imaginación. Atónito observó a Gon que había imitado su acción viendo al suelo.

—¿Qué dices? —se inclinó un poco hacia él impaciente.

—Yo... —colocó una mano en su propio rostro para suspirar. —Ta-también me gustaría. —dijo bajito desviando la mirada.

—¡Genial! —se acercó para acortar la distancia. Killua no pudo concentrarse en sus latidos desenfrenados. Las manos morenas se colocaron sobre las suyas entrelazándolas. 

Cerró los ojos con fuerza estirando un poquito sus labios.

Diez segundos, veinte... ¡Se estaba tardando demasiado!

Al volver a abrirlos notó como Gon simplemente se quedaba estático. El albino tomó sus mejillas con algo de fuerza.

—¡¿Qué se supone que estás haciendo?! ¡Debes acercarte! —las quejas infantiles del azabache no tardaron en manifestarse.

𝐸𝑠𝑐𝑟𝑖𝑡𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑟𝑡𝑜𝑠 ¦ KillugonOù les histoires vivent. Découvrez maintenant