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Harry se encontraba sentado en la orilla de la cama, con su mirada fija en el suelo y sus pies colgando. Sus manos se movían nerviosas y sentía como su estómago se apretaba en su interior haciendo un gran nudo.

Un rayo de sol entraba por la ventana yendo a parar justo en su ojo, pero estaba demasiado ensimismado como para darse cuenta del escozor que esto le hacía sentir.

No paraba de pensar en lo que sucedió la noche anterior con Louis. No paraba de pensar en el suave tacto de las manos del príncipe en sus mejillas y cuello, en los rosados labios del ojiazul presionándose contra los suyos propios y como su aterciopelada lengua se hizo paso en su boca acariciándole lentamente.

No fue un tipo de beso fogoso, ambos tenían ganas, sí es verdad, pero aún así el beso fue lento, cariñoso. Fue con sentimiento, sin querer buscar nada más allá. Se sintió realmente bien para Harry, pero tal vez ahora se arrepentía de haber hecho tal cosa.

No debería haberle dado permiso de hacer aquello a Louis porque en unas semanas estaría casado y viviendo con Lottie en Aerial. ¿Qué iba a hacer ahora? Un sentimiento de culpa se arremolinaba en su interior, y el rizado quería chillar, llorar y romper todo lo que se pusiera delante.

Lo peor para él era que quería hacer que los sentimientos por Louis no siguieran creciendo, quería que aquello parara pero no sabía como.

Cuando su ojo izquierdo, el que estaba siendo atacado por el sol, comenzó a lagrimear fue cuando despertó del trance y se apartó con un quejido, levantándose de la cama y caminando hacia el baño.

Decidió darse un baño rápido y asearse, saldría del castillo por todo el día de hoy y pasearía por Fancrow. No quería ver a nadie, mucho menos a Louis o a su madre.

Cuando terminó de alistarse, peinó su cabello hacia atrás y bajó en silencio las escaleras deseando no ser visto por nadie.

Comenzó a caminar por el pasillo, donde en algunas salas podía escuchar al servicio hablar y reírse mientras se contaban sus cotilleos. No se paró por más que le interesara cómo terminó la noche del señor y la señora Evans. Sus ganas de salir de allí eran mayores que las de saber el final de la historia.

Pronto la melodía del piano llegó a sus oídos, y paró en seco en mitad del pasillo. Miró a la puerta entre abierta de donde salía la música y armándose de valor, caminó con decisión para rebasarla. Pudo escuchar las voces de Lottie y Fizzy en la misma sala mientras hablaban y también la dulce risa de Louis, quien las escuchaba mientras tocaba.

Una vez que Harry hubo salido del gran castillo, el cual pareció tener un pasillo eterno, respiró con tranquilidad mientras se dirigía hacia las murallas.

—Duque Styles —dijeron los guardias de fuera.—¿Necesita que le llevemos a algún lado?

—No —negó con su cabeza.—No, muchas gracias —sonrió y dio tres pasos cuando se giró lentamente de nuevo hacia ellos.—No le digáis a nadie que he salido. Mucho menos a mi madre. Ni a Louis. Por el amor de Dios no le digáis nada a Louis —los señaló.

Los guardias dejaron escapar una sonrisa y asintieron con su cabeza, tranquilizando a Harry y haciendo que el chico siguiera con su camino.

Sus zapatos sonaban con cada paso que daba en el suelo de piedras que rodeaba todo el castillo, y no sabía donde se dirigía. Probablemente se perdería pues no conocía aquella ciudad.

Aún así, no dejó de caminar. Sus pasos eran decididos y la gente lo miraba sabiendo quien era, algunos inclinaban sus cabezas y otros sus cuerpos, y Harry no podía hacer más que sonreír incómodo por aquello.

SOULMATES © | LARRY STYLINSON Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum