Ojos Noche [Ranley]

Me sentía importante

Él siempre me recogía
En su carroza flotante
Y me mostraba la Luna
Me leía mi fortuna
Me sentía importante

Andábamos por la noche
Buscando algún escondite
Pera decirnos las cosas
Que con palabras
Imposible decirlas

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El concepto de la espesa y negra noche con toques de misterio combinaba con Ran. Yo iba más con el Sol ardiente de cielos azules, predecible y despejado. Ambos rimabamos bien con la media noche de una Luna llena y estrellas brillantes, como una mezcla de un nosotros.

Me gustó tanto como él gustaba de mí o quizá me gustaba aún poco más. En las citas el tiempo era contado, con fechas y horarios programados. No más, no menos. Frecuentemente oscilaba entre 11:00 pm y las 04:00 am. Los días eran variados, a veces cuatro días a la semana, otras ocasiones un solo martes.

«Desearía pasar un amanecer a tu lado. Cambiemos las horas de visita»

Su confesión de amor no me tomó por sorpresa, ¿como podría? sí era tan empalagoso y asfixiante. Muy expresivo en comunicar sus emociones con toques, tan inconsciente de lo que me provocaba con simples sílabas, como no caer si estaba a mi disposición, endulzando mis oídos.

«No me importa nada, pero me importas tú»

Falacias, pero era adicto. Un necesitado de oírlo parlotear y decir mentiras. Si decía que las nubes eran algodón y que los arcoíris eran de dulce yo le creería.

No me pidió exclusividad pero no había nada más en mis pensamientos, no se atravesó la idea de traicionarlo, de salir de ahí. Yo no pregunté si él tenía algo más, a alguien más. La respuesta negativa me daría un alivio, pero si asentía viéndome a la cara terminaría destrozado.

El hermano mayor de los Haitani del que se hablaba en las calles no era el mismo tipo que me dedicaba frases de tonto enamorado.

«Cuando te me acercas se acelera mi corazón, me da fiebre, me hago fuego y me vuelvo a consumir»

Tenía 20 y yo apenas 16.

«Cuatro años no son nada, cariño»

Enredar mis dedos en la madrugada en sus finos cabellos era mi pasatiempo favorito, al igual que él lo hacía con mis rizos. Caricias de vainilla, como niños tímidos experimentado un sentimiento correspondido por primera vez.

Jugábamos, reíamos, retomando los momentos que no tuvimos en la infancia. Visitamos tantos lugares como nos era permitido por el límite de tiempo. Éramos libres, corriendo en contra del viento y saltando en la arena, con las olas de fondo.

«Permiteme besarte»

Nadie me enseñó, me dijo o me advirtió que el enamoramiento dura seis meses y después se vuelve amor.

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