Prólogo

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El minino movía sus patitas por aquel enorme jardín atravesando este hasta asomar su cabezita al interior de la enorme casa soltando un maullido esperando ser escuchado por aquel bonito chico que había visto antes.

—¡oh!¡estas aquí de nuevo!— sonrió entusiasmado el chico de cabellos verdes y rizados quien se agachaba a su dirección pasando su mano por el pelaje de este.

Cuanto deseaba poder responder aun mas a su ambailidad, simplemente ronroneo con satisfacción echándose en el regazo del joven que solo río.

La Luna podía ser caprichosa, la magia era efímera, era fantástica y alucinante, algo con lo que no se debía jugar pero a la Luna le gustaba juguetear con los seres que pisaban la tierra, y había quedado encantada con aquellas dos almas...y decidió jugar con ese par tan dulce.

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