Día 1 y Día 6: Cita romántica / Bailar

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La música sonó, como si la verdadera fiesta hubiera comenzado cuando ellos dos pisaron la pista de baile. Angel no podía dejar de mirar a su alrededor, cada detalle era alucinante e irreal. Las luces, las mesas, la decoración y hasta el aroma a cigarros y a alcohol en el ambiente oscuro.

No tuvo mucho tiempo para reaccionar, Alastor giró su cuerpo con gracia, rodeó su anatomía con varios de sus polvos de colores y cambió su vestimenta gracias a su magia cambia-formas. Un vestido de la época vistió a Angel, su maquillaje estaba a la par. Él sonrió demasiado encantado ante sus nuevos ropajes y, seguido de esto, se acercó a Alastor para rodear sus hombros con sus brazos y colocarse en la posición adecuada para comenzar a bailar.

La pista sería de ellos dos esa noche, se volverían esclavos de la música y de la danza.

Se aferró a la cintura de Angel, dirigió su cuerpo, sus movimientos y sus reacciones. La araña enterró sus dedos en sus hombros y sus manos inferiores en el pecho de Alastor, se miraron a los ojos y se volvieron uno solo ante la inminente conexión de sus almas. Era pasión, amor y un profundo vínculo. Alastor giró a Angel mientras este comenzaba a reírse a carcajadas, voltearon al mismo tiempo, sus respiraciones agitadas se sincronizaron una y otra vez. Cada paso, cada desliz y cada compás, todo fue tomado y absorbido por ellos, por sus corazones agitados y por el indudable carisma que transmitían en la pista de baile.

Se plantaron en la pista, detuvieron sus movimientos y se aferraron el uno al otro una vez la canción finalizó. Estaban temblando ante el esfuerzo y ante la adrenalina, ni siquiera notaron que todo su alrededor les estaba aplaudiendo y lanzando chiflidos como si hubieran realizado un gran espectáculo gratuito.

Angel y Alastor mantenían sus rostros a centímetros de distancia tratando de regular sus respiraciones agitadas y calientes. El ciervo lo tomó fuerte de la cintura al sentir la forma en cómo su novio se estremecía debido al éxtasis que unió sus almas en semejante baile. Le sonrió cariñoso, lleno de amor y absolutamente embelesado ante la preciosa figura que protegía entre sus manos. El cuerpo de Angel podría desarmarse en cualquier momento y por eso amaba protegerlo.

Se acercó y besó sus labios. El beso fue correspondido de inmediato con hambre y deseo de tomar todo de Alastor, ya que era el hombre que más quería en todo ese infierno.

La noche transcurrió entre tragos, risas y anécdotas. Cuando ambos salieron de aquel club, el cual Alastor se encargó de tematizar solo para hacer a Angel feliz, emprendieron un viaje a pie tomados de la mano y tarareando canciones de la época como si fueran dos tontos enamorados.

—Eso fue maravilloso —mencionó Angel girando hacia su hombre y regalándole una tierna y sincera sonrisa de alegría—. Nunca pensé que podrías bailar así.

La manera en como un simple gesto lograba una revolución total en el corazón de Alastor era inenarrable. El ciervo le ofreció la misma clase de sonrisa amorosa y tomó su mano con más fuerza, sin dudar en entrelazar sus dedos y acariciarlo suavemente.

—Te haré olvidar todo lo malo. Quiero hacerte feliz, dulzura —confesó el demonio radio sin una pizca de ironía o exageración.

De eso se trataba todo el amor que sentían el uno por el otro: de curarse, protegerse y brindarse auténtica felicidad cada vez que estaban juntos. Su unión progresaba a pasos agigantados sin darse cuenta.

—Me dejas amarte... todos los días. No puedo ser más feliz —admitió Angel apretando fuerte la mano de su querido novio. Era como si no quisiera que esa noche terminara porque todo había sido perfecto.

La vida o los inconvenientes, todo había sido borrado por Alastor y sus acciones que solo le hacían experimentar auténtico bienestar y confort. El demonio radio lo detuvo, lo abrazó repentinamente y lo hizo estremecerse. Su delgado cuerpo tembló ante el cariñoso y efusivo abrazo, se sentía tan bien, tan amado y protegido que a veces no podía creer lo afortunado que era de tenerlo. Ni siquiera creyó que podría recibir esa clase de amor alguna vez.

—Me permites permanecer a tu lado en todo momento —susurró el ciervo al costado de su rostro en forma de susurros—. Mi amor incrementa día a día gracias a tu dulzura y a todo el cariño que le brindas a mi corazón. Angel, te amo como nunca amé a nadie antes.

El de cabellos blancos sintió sus labios temblar y sus ojos llenarse de lágrimas. Lo separó y tomó el rostro de su novio entre sus manos, sonriendo al borde de derramar ese llanto sobre sus mejillas.

—Alastor. Jamás dejaré de amarte, eres mi primer y único amor —se acercó a sus labios y sonrió de forma nostálgica, sin vergüenza de que notara el sonrojo de sus mejillas—. Es una promesa.

Unieron sus labios en un beso casto y cargado de sentimientos encontrados. De eso se trataba el verdadero amor.

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