Capítulo XIX

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—Vaya, una historia increíble —le dije sorprendida por todo lo que me había contado.

—Como era de imaginar, pasados unos años Lucius nos abandonó sembrando el caos a su paso. En cada lugar por el que pasaba dejaba un rastro de sangre —en su rostro se extendió un halo de culpabilidad—. Pero... ya basta de hablar de Lucius.

—Siento si te ha causado dolor contarme todo eso, solo quería conocer a quién nos enfrentamos. Veo que no ha cambiado demasiado con los años.

—No te preocupes, siempre ha ansiado el poder y esta vez no iba a ser diferente. Solo quiero que se termine todo esto —me apartó de su cuerpo para poder mirarme a los ojos—. Emily he estado pensando algo, pero no he encontrado el momento oportuno para decírtelo —suspiró—. ¿Por qué no vienes conmigo a París? Cuando estemos allí informaré al consejo de lo que ha sucedido y ellos se encargarán de Lucius, si nos quedamos aquí tarde o temprano sucederá algo horrible y no podré perdonármelo. Sé que es muy difícil lo que te pido y tampoco estoy seguro de que el consejo acepté lo que ha pasado entre nosotros, pero si no lo intentamos jamás lo sabremos.

No esperaba que me pidiese aquello, pero realmente esa opción era la más sensata, aunque la idea de dejar a mi padre solo y desaparecer de repente me frenaba. Si me marchaba terminaría de destrozarle, pero era mejor eso que arriesgar su vida teniéndome cerca. No pude evitar llorar, James me miró extrañado.

—¿Qué te pasa Emily, por qué lloras? —me abrazó de nuevo apretándome con fuerza.

—Está bien, me marcharé contigo, pero la idea de abandonar a mi padre me parte el corazón, nunca me perdonará —no podía parar de llorar.

—Siento haberte causado tantos problemas, todo esto es culpa mía. Siempre termino poniendo todo lo que me importa en peligro.

—No digas eso, yo te elegí y con ello todas las consecuencias. Nos iremos a París y convenceremos al consejo para que nos dejen estar juntos, cuando todo se calme, volveré a ver a mi padre —me deshice de su abrazo y sequé mis lágrimas, ya estaba decidido.

—Nos marcharemos mañana por la noche —añadió.

El reloj anunciaba cada nueva hora, mientras nosotros permanecíamos a la espera, pero nada pasó. Pronto debería marcharme y un nuevo día nos proporcionaría un poco de relativa tranquilidad.

Quedaba una hora para el amanecer cuando James me llevó de vuelta a casa. La vampira seguía allí tirada en el suelo, apenas quedaba nada de su antiguo yo, estaba totalmente disecada y el color verde se había vuelto de un tono grisáceo parecido al de una piedra; aquel cuerpo no desprendía ningún olor que indicase que estaba muerto.

Saltamos por encima y entramos en la habitación, nos despedimos con un beso y él me prometió que volvería al anochecer y me ayudaría a preparar lo necesario para el viaje. Insistió en que no llevara ropa, solo los enseres personales más necesarios, una vez en París compraríamos nuevos vestidos. Se marchó y yo cerré la puerta del balcón, me daba miedo y asco contemplar a la vampira de esa guisa.

Me puse el camisón y me metí en la cama tapándome con la colcha. Esperaba al menos dormir unas horas, por la mañana escribiría una carta de despedida a mi padre y se la dejaría sobre la mesa del despacho explicándole los motivos de mi marcha, que por supuesto no mencionarían nada sobre vampiros ni muertes.

Caí dormida a los pocos minutos, estaba agotada. Cuando llevaba una horas dormida un grito me despertó, temí que alguien hubiese visto el cuerpo desde el jardín, me asomé rápidamente al balcón, pero ya no se encontraba allí. El sol había cumplido su función y el cuerpo se había desintegrado, pero no era eso el motivo de grito. Doris gritaba y lloraba, pero no conseguía ver nada, una punzada en el corazón me indicó que algo malo había pasado. Bajé como alma que lleva el diablo las escaleras, la puerta se encontraba abierta y pude ver a Doris de rodillas sobre el camino de tierra, salí precipitadamente tropezando en los escalones del porche, mi cuerpo quedó en shock al ver a mi padre tendido en el suelo. Mi pulso se aceleró y me costaba respirar, caí al suelo mientras las lágrimas me nublaban mi vista, ¡estaba muerto!, el pánico me invadió y no supe qué hacer. La única cosa que pasó por mi mente en esos instantes fue Lucius. Como pude aparté la bata de su cuello y pude ver la marca de dos colmillos, pero ahí no quedó la cosa, en las muñecas también le habían mordido. Varios vampiros se habían alimentado de él hasta provocarle la muerte. Doris no dejaba de llorar y pronto los demás empleados acudieron y quedaron horrorizados al ver la escena. La expresión de su rostro delataba el dolor que había sufrido mientras le desangraban. Me tumbé sobre su cuerpo, este estaba helado. Aquello debió pasar justo antes del amanecer cuando ya estaba dormida. Lloré desconsoladamente durante mucho rato con el corazón encogido por la pena, permanecí allí hasta que un par de agentes de policía aparecieron, alguien debió avisar de lo sucedido. Entre dos de los empleados me levantaron para que pudiesen examinar el cadáver, no tenía fuerzas para sostenerme en pie, había muerto por mi culpa y ni siquiera habíamos solucionado nuestras diferencias y ahora jamás podríamos hacerlo. Uno de los agentes se acercó a mí con un cuaderno dispuesto a interrogarme.

—Sé que esto es duro señorita, pero tiene que contarnos todo lo que recuerde.

—No sé qué ha pasado. Escuché llorar y gritar a nuestra sirvienta, cuando bajé lo encontré aquí tirado, ya estaba muerto —le informé entre sollozos y gimoteos.

—Está bien, no se preocupe —me dijo—. El médico forense acudirá más tarde y podrá valorar mejor el motivo de la muerte.

¡Unos vampiros han sido unos vampiros!, me decía a mí misma. Seguro que terminaban llegando a la conclusión de que el asesino aún andaba suelto, aunque en el periódico venían declaraciones de personas que habían visto seres extraños por la noche, nunca se sabría que había sido obra de vampiros. No tenía fuerzas y las piernas me temblaban. Doris ordenó que me llevasen a mi habitación y me tumbasen en la cama, pataleé con el poco aliento que me quedaba para que no me apartasen de mi padre, no quería dejarle allí, quería estar con él, pero de nada sirvió. Me tenían agarrada por los brazos y me subieron casi a rastras después me ayudaron a tumbarme y se marcharon mientras se compadecían de mí. Seguí llorando hasta que ya no me quedaron más lágrimas. ¿Por qué mi padre?, podría haberme matado a mí, ya estaba en casa cuando ocurrió. Estaba dispuesto a todo para que James se marchase y le dejara el campo libre para llevar a cabo su plan, del que aún no sabíamos nada, pero debía ser algo muy grande para necesitar tan desesperadamente que James se mantuviese callado.

Me quedé inmóvil tirada en la cama sin creerme aún que mi padre había muerto. No podía permanecer más tiempo sin hacer nada, aún mareada bajé de nuevo al jardín. Los agentes seguían allí y junto a ellos se encontraba un hombre trajeado que debía ser el medico ya que observaba el cadáver mientras tomaba apuntes. Doris seguía allí, cuando me vio salir acudió al instante para sujetarme, sus ojos rojos delataban que ella también había llorado durante toda la mañana.

—¿Quién ha podido hacerle esto a su padre?, es una desgracia.

Yo no dije nada, me limité a observar al médico haciendo su trabajo. Lo que más me extrañaba era que estuviese vestido con la bata, algo tuvo que hacerlo salir de su cama y salir de casa, ¿podían aquellos vampiros manipular la mente de las personas? El médico se acercó a nosotras, era un hombre de unos cuarenta años de pelo moreno y marcadas ojeras.

—Buenos días señoras, soy el doctor Murray. Después de examinar detenidamente el cadáver del señor Darwin, sospecho que su muerte ha sido llevaba a cabo por el mismo asesino que ha estado matando y desangrando a otras personas durante estos meses. Su cuerpo ha sido drenado y presenta las mismas incisiones que los demás, pero esta vez se han producido en varios puntos de su cuerpo. El responsable de tal atrocidad debe de utilizar algún tipo de punzón u otra herramienta para realizar los orificios por donde se les drena la sangre hasta causarles la muerte, siento mucho lo que ha pasado —me dijo cogiendo mi mano—. Le haré llegar un informe detallado, ahora sintiéndolo mucho debo llevarme el cuerpo para realizar la autopsia en mi departamento. En un par de días podrán enterrarle como es debido, si me disculpan le diré a los agentes que lleven el cuerpo a mi carruaje.

Tenía ganas de gritarle y decirle quiénes eran realmente los que habían asesinado a mi padre, pero solo conseguiría que me tomasen por loca o me dijesen que estaba traumatizada por lo sucedido. Los agentes fueron al carruaje del doctor y volvieron con una camilla de tela donde pusieron a mi padre y taparon con una sábana. Durante el proceso no puede evitar llorar otra vez al darme cuenta que nunca más volvería a verle con vida, Doris y yo nos abrazamos mientras veíamos como se llevaban el cuerpo de mi padre.

—Tranquila mi niña, su padre siempre estará en nuestros corazones, ahora debe ser fuerte, hágalo por él —me consoló mientras acariciaba suavemente mi pelo.

Macabra Tentación - 1.El Vínculo (¡¡subida de nuevo!! A la venta en Amazon)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant