Atención a las señales.

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Por segundos se mantuvieron silentes, mientras disfrutaban cada cual de la cerveza que se habían ganado luego del esfuerzo y dedicación en los trabajos realizados durante el fin de semana. Minutos después, junto a la barra apareció la muchacha a la cual Arturo había defendido de los malos tratos del sujeto aquel. Se acercó a él de manera dubitativa al principio, pero queriendo agradecerle por lo que había hecho por ella.

—Disculpe señor. —Dijo un tanto temerosa la joven.

—Hola señorita, muy buenas tardes.

—Buenas tardes señor. —Le respondió, ya con más tranquilidad en sus palabras.

—¿Estás mejor el día de hoy?

—Sí señor, gracias por preguntar. Quería agradecerle lo que hizo por mí hace unos días, en verdad no sé qué hubiera hecho sin su ayuda.

—Descuida, no hay nada que agradecer, —le aseguró Arturo, mirándola con sus llamativos ojos color miel, mientras esbozaba una sonrisa, dejando entrever sus blancos dientes, aunque un tanto torcidos— y no te preocupes, pues no me debes nada, no lo hice para obtener algo a cambio, simplemente sentí que debía hacerlo. Tú eres una persona humilde y trabajadora, y aunque te esfuerces día a día en este lugar, que para muchos es mal visto, no mereces que nadie venga a tratarte de esa manera.

—Mi hermano tiene razón jovencita. —Intervino William en la conversación, mientras llevaba su dedo índice a su oreja izquierda, un mal hábito que por años lo acompañaba— Y si aceptas mi humilde consejo, busca algo mejor, sin ofender don Pepe, pero una muchacha como tú no es para estar trabajando en un lugar como éste. Como dije, sin ofender don Pepe.

—Tranquilo hombre, sé a qué te refieres. Puedo decir que soy la primera persona en decir que ella no debiera estar trabajando aquí. No tanto por el ambiente, sino por el escaso dinero que aquí gana. Sé de los problemas económicos por los que pasa su familia, fuera del problema de salud que acarrea su madre, y aquí no es mucho lo que puede lograr. —Explicaba don Pepe, un tanto acongojado al no poder ayudar un poco más a la muchacha.

—¡Entonces súbale el sueldo viejo canalla! —Exclamaba entre risas Arturo, esquivando la mirada mientras jugaba con su anillo de matrimonio.

—¡Ah qué bonito, —le alegaba don Pepe, pasando una de sus manos por su frondosa barba, la que contrastaba con su evidente calvicie— ahora el culpable soy yo! ¡Si no tuviera que gastar tanto en arreglos por destrozos que provocan “ciertos” clientes, podría dar una mejor paga!

—Como siempre haciéndose el loco con la plata. —Mascullaba entre dientes y mirando al suelo William, rascándose su desviada nariz.

—Supongo que con eso de “ciertos clientes”, ¿no se refería a nosotros? —Inquiría Arturo mientras se cruzaba de brazos y fruncía sus negras cejas.

—¿Tú qué crees? —Aclaraba don Pepe mientras subía y bajaba sus gruesas cejas.

—De todas maneras muchas gracias por lo que hizo por mí. —Decía la muchacha humildemente a Arturo, posándole una mano obre el hombro, al momento que daba un largo y hondo suspiro.

—No hay nada que agradecer mi niña, —le manifestaba éste, mientras estrechaba su mano y la miraba fijamente a los ojos— si fuese necesario lo volvería a hacer, así que puedes estar tranquila, siempre que lo necesites estaré aquí para defenderte.

—¡Espero que eso no suceda hoy! —Suplicaba don Pepe, mirando al cielo y cruzando los dedos.

—¡Depende, si se aparece o no ese bastardo por aquí!

—Espero que no, mejor no llamar a la mala suerte, toco madera. —Reiteraba don Pepe, mientras se persignaba y golpeaba tres veces la cubierta de la barra.

UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLETA)Where stories live. Discover now