Su "presa"

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Su "presa"

No alcanzaban a ser las 12 del día. Y el caballero no podía concentrarse en su trabajo. El mundo a su alrededor parecía girar sin control, miles de personas transitaban por el edificio y él sin sacar ni un instante de la mente a su nueva presa, admiraba el fondo de pantalla del computador con los pies estirados y puestos sobre el escritorio.

Paso su mano por el cabello, sin saber por qué esto le pasaba a hora... "No va al caso seguírmelo negando", a lo mejor sí, y hasta hoy es preciso guardar el secreto. Lo tenía todo, estaba en la cima de su carrera, dinero, fama, era socio de la mejor firma de abogados del país, y aun así había algo que no terminaba de llenar a Gabriel.

Al girar la silla móvil, quiso lanzarse por la pared de cristal y acabar con el lío de una vez y por todas... Pero era un abogado, y estaba acostumbrado a ganar casos, nunca se rindió ante uno, así fuera el más complicado, ahora menos lo haría sabiendo que este formaba parte de su vida.

Levantó su mano indeciso de mirar la hora en su reloj, ya eran las 12:00 ya no había salida "Al toro por los cuernos", se levantó enérgicamente de la silla, confiando en sus grandes cualidades de seductor incansable. Tomó el saco que estaba en el espaldar de la silla mientras respiraba profundamente antes de cruzar el umbral.

Con total seguridad en sí mismo abrió la puerta de la oficina con las llaves del auto en sus manos, sabía que era un ganador. Y hoy no sería la excepción.

-De modo que irás -le detuvo la tierna voz de una mujer que se encontraba mirando los peces del pasillo.

-Lo haré - Dijo feliz deteniéndose a las espaldas de la mujer con una jovial sonrisa de niño pequeño.

La mujer giró para verlo satisfecha de la respuesta de Gabriel. Entonces giró la elegante condesa vestida de rojo de pies a cabeza, labial sensual y escotes no muy profundos, sin embargo muy sexys. Posiblemente la mujer debía tener más de 50 y menos de 55, parecía tener aspecto vivaz e inalterable:

-Supongo entonces que poco tengo para hacer aquí -dijo sonriente mientras intentaba arreglar un poco el nudo de la corbata de Gabriel.

-De que hablas Azucena, no sabría ir al baño si no estás aquí para indicarme -rieron juntos - ¿no es así?

-Me propuse desde el día en el que entraste a esta firma hacer de ti un hombre inquebrantable y firme, capaz de enfrentar al mundo sin miedo ni sosiego, un tipo con pantalones para ir contra de la corriente, y supe que eras ese salmón que buscaba. Tan seguro de sí siempre, un estudiante recién graduado de derecho se tomó la firma de ruana, te creías de otro mundo sólo a pesar de venir de una escuela pública y no tener experiencia alguna en este mundo. Y yo, la típica abogada ambicionando estar en la cúspide del poder judicial; siempre fui mujer de oficina, me preparé y fui la mejor dominante y arrolladora, siempre queriendo subir el escalón antes de tiempo, queriendo tocar el cielo con los dedos, pobre estúpida, olvidé lo que más amaba.

"Finalmente -pensó para sí misma sin decirlo- dejé atrás una sonrisa infantil, olvidé lo que una verdadera mujer quiere, me olvidé del amor, me olvide de mi verdadero sueño... Y para cuando me di cuenta de ello era demasiado tarde, ya no podía ser madre -Entonces salió una pequeña sonrisa melancólica - Al verte a ti, me vi a mí... Y supe que cual sería tu oscuro y sepulcral final: Un multimillonario abogado con miles de propiedades, miles de cuentas y miles de euros en ellas, un tipo viejo sin ilusiones, cuyo recuerdo del pasado se basa en el poder y la traición, al ver tu mundo encontrarías soledad y tristeza... No, definitivamente no quería eso para ti. Finalmente te tomé como mi aprendiz, la idea no te agradó demasiado, pero tarde o temprano supiste que este era tu destino: Hoy me siento más feliz que nunca... Hoy sé que harás lo que debes hacer, sin temor a desafiar el mundo sólo siendo tú. ¡Anda pues! Te quiero feliz, sonriendo, y viviendo lo que de hoy en adelante será tu vida."

Los demás son sólo para olvidar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora