Capítulo 6.

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Suelta el listón de tu pelo
Desvanece el vestido sobre tu cuerpo y
Acércate a mí

El listón de tu pelo, Los Ángeles Azules

***

Bailar pegado con Baji es adictivo igual que es adictivo perseguir a los imbéciles que merodean por los lotes abandonados en busca de pelea y les dicen que bailan «como niñas». Chifuyu no se detiene hasta que tiene a uno en el suelo y le dice, con una sonrisa en la cara: «conozco niñas que pegan más fuerte que tú, idiota». Les gusta insultar a las niñas de gratis, como si fuera cualquier cosa, como si luego no acabaran llorando por los rincones porque no les hacen caso y claro, piensa Chifuyu, pinches animales, cómo les va a hacer caso una mujer, si están orates, pendejos, si las insultan cuando creen que no están cerca.

Aun no entiende que hay de insulto en decirles que bailan como niñas, pero entiende hacia dónde va el insulto.

A que deja que Baji ponga la mano en su cintura y deja que sus cuerpos se peguen y deja que Baji lleve el baile, aunque todos los maestros del mundo quieran enseñarle «a llevar». Pero a él no le interesa.

Él quiere ponerse enfrente de Baji y decirle «ora, agarra el pedo, quiero que me abraces tan fuerte que truenes mis costillas, quiero que mi cuerpo se ajuste al tuyo, quiero que me beses como quieras, como se te antoje, como se besan en los mangas de las señoras, esos que luego trae Draken». Lo dejaría hacer lo que quisiera con tal de que se lo pidiera antes. Lo que sea, con tal de que lo toque. Lo que sea, con tal de que sus dedos se queden para siempre aferrando su cintura.

Apenas si lo entiende.

Chifuyu sabe que le gustan los chicos. Son muy guapos. Y nunca se ha fijado en ninguna chica, aunque también son guapas, malditas ellas. Pero no se fija. Él ve a los chicos. Altos, siempre más altos que él, para que puedan abrazarlo y acunarlo entero. Luego la cosa se empieza a poner específica. Le gusta el cabello largo y sedoso, como para enterrar allí sus dedos y asombrarse con la suavidad. Le gustan los colmillos puntiagudos, de esos que parece que dejan marcas de vampiro en el cuello al besar (y sin querer sueña con esas marcas, con los chupetones, con el beso, con la sensación de lo que nunca ha sentido todavía). Le gustan los ojos pícaros y vivaces, esos ojos sin paciencia pero que desbordan pasión. Las manos con los dedos largos que se aferran a su cintura hasta que están pegaditos; dedos bien firmes sobre su piel.

Keisuke Baji lo está arruinando, baile a baile, pelea a pelea.

***

Algunos de sus amigos llaman a Baji «el marido».

Chifuyu se enoja las primeras veces que lo escucha, pero cuando queda claro que no lo dicen con malicia y que no les importa en lo más mínimo que Chifuyu esté desesperado porque Baji lo atrape contra la pared y se lo coma entero, los deja ser. «El marido». «Y tú eres la esposa, claro». «¡Somos dos tipos!». «Uno siempre tiene que ser la esposa». «¡No es cierto, animal!». «Léelo, lo dicen hasta en el yaoi». «Pues no sé qué basura estás leyendo, pinche animal».

Y Chifuyu pasa una semana entera leyendo manga que claramente no es para él, con escenas que no debería estar leyendo y que lo hacen desear enterrar la cara en las almohadas repetidas veces. Y lo encuentra todo ridículo. «La esposa, pinches pendejos». Todo irracional. Escenas que no tienen sentido. Sonrojos pendejos. Y piensa, con las mejillas rojas, que si Baji quisiera decirle «esposa» lo dejaría, aunque fuera para reírse y rogarle que lo besara después.

Pero aquellos mangas están lejos de ser un manual para romancear a alguien.

Chifuyu no tiene ni idea de cómo acercarse a Baji y decirle, ora, hay que imitar a un shojo, que me atrapes contra la pared, que mi única elección sea ahogarme en ti y rogarte que me beses.

Bailando pegadito [Bajifuyu]Where stories live. Discover now