Capítulo 4.

1.1K 147 159
                                    

Deja que salga la Luna
Deja que se meta el Sol
Deja que caiga la noche
Pa' que empiece nuestro amor

Deja que salga la luna, José Alfredo Jiménez

***

Cada que Mitsuya abre la boca y el tema tiene que ver con Baji y Chifuyu, todos tienen que escuchar alguna pendejada.

Es la penitencia que todo el alto mando de la Toman tiene que cumplir por ser su amigo y porque Baji todavía no se le haya declarado a Chifuyu.

Lo último es una joya.

Mikey tuvo un ataque de risa y luego le sugirió a Mitsuya que lo bordara y se lo regalara a Baji. A la mejor podía usarlo cuando le dijera que quería que lo besara o lo que sea que hiciera la gente enamorada.

«¿Sabes qué deberías decirle, Baji?». Contuvo las ganas de taparse los oídos para no escuchar. «"Se ve que tienes ganas de sentarte en mi pinocho". Con eso cae rendido».

Corte a Baji intentando golpear a Mitsuya, Mikey en el piso teniendo un ataque de risa y Draken intentando detener la inminente pelea. De fondo, con las rizas de Mikey: «pinocho». Y Hakkai, mirando de lejos, con cara de adoración a Mitsuya, que hizo la pregunta que a todos les pasó por la cabeza: «¿Cómo se le ocurrió semejante mamada?».

Por supuesto que Baji no quiere llegar con Chifuyu y decirle que si se le quiere sentar en el pinocho. Eso es material para después de decirle que le gusta mucho y bien, no antes. Pero Mitsuya, que lleva días obsesionado con los genitales —y lo único que le falta es hacer un pito de crochet para regalar entre sus amigos— insiste en que seguro Chifuyu «arde en deseos incontenibles de sentarse en el pitote de Baji». Esa fue la expresión.

Mitsuya, ¿así hablas cuando las chicas del club de costura están cerca o no saben que tu hocico de delincuente vive soltando vulgaridades?

—Ey, ¿en qué estás pensando?

Si dice algo sobre pitos lo va a matar. Mitsuya no conoce la palabra autocontrol.

—Estás muy callado, Baji-san.

—Mmm.

—¿Acaso piensas en Chifuyu?

Supone que sus mejillas enrojecidas lo delatan porque Keisuke Baji siempre está pensando en Chifuyu Matsuno. Todo el tiempo. Piensa en su rostro, en su cabello rubio oxigenado al que se le ven las raíces. En los ojos claros y amables y grandes y seguros. En la manera en que aprieta los puños y en cómo le demuestra a los mayores que es una amenaza digna de ser tenida en cuenta.

—Mmm. Ustedes bailan, ¿no?

—¿Quién te dijo imbécil de...?

—Draken y Mikey. Que los encontraron el otro día. —Mitsuya se encoge de hombros como si no fuera gran cosa—. ¿Qué? ¿Todavía ninguno se ha arrimado el pito así? Si es lo mejor de bailar pegadito. Lo puedes sentir. Se lo puedes arrimar. Así ya no tendrías que decir nada, Baji. Que tu pitote lo diga por ti.

Mitsuya, cállate el hocico, tú no has bailado pegadito con nadie; igual y Hakkai quiere, pero ni le haces caso.

Todas las palabras se le quedan atoradas en la garganta y, en su lugar, lo que vuela es su puño.

***

A veces se quedan hasta tarde leyendo en las escaleras del edificio. Sobre todo cuando lo que leen no tiene nada que ver con la tarea de la escuela —que hacen en la recamara de Baji, inclinados sobre el escritorio, mientras Chifuyu corrige su caligrafía— sino novelas eróticas que Draken le robó a una de las chicas de la casa de citas —porque no se las habían prestado: era un mocoso— y que ahora se distribuían entre un montón de adolescentes que hacía dos días habían tenido su única clase de biología sobre el sistema reproductor. La novela es mala, pero Chifuyu se ríe cada tanto con las descripciones ridículas. Hay vértices y espadas de carne y toda clase de asquerosidades que pretenden ser eufemismos y hasta ellos, pendejos de secundaria, entienden el esfuerzo sobrehumano que debe ser suspender el realismo un momento para adentrarse en un universo lleno de hombres altos, guapos, musculosos —en la mayoría de los casos— y mujeres bajitas, virginales, a las que se les sonrojaba hasta el trasero cuando el protagonista hacia «algo» —lo que fuera—. Baji tiene ganas de lanzar el libro al basurero y prenderle fuego —especialmente una vez que pasan el capítulo tres y la trama deja de fingir que existe—, pero Chifuyu se ríe y su risa es hermosa, así que lo deja seguir hasta que sale la enésima espada de carne mencionada y ninguno de los dos puede más.

Bailando pegadito [Bajifuyu]Where stories live. Discover now