Parte I

3 0 0
                                    

10 de agosto de 2021

Habían pasado tres días desde que te fuiste. Ahora había cientos de kilómetros entre nosotros, y aunque quiero decir que lo nuestro podría sobrevivir a eso, estaría mintiéndome a mí misma. Iniciaste una nueva etapa lejos de aquí en la que yo no estaba incluida, y me quedé exactamente donde me dejaste.

Te extrañé como siempre lo hacía cuando no hablábamos por un día, solamente que esta vez no ibas a volver disculpándote por no contestar mis mensajes. Todavía no podía asimilar tu partida, en mi mente, estaba soñando. No parecía real que ya no ibas a ser parte de mi vida. Parte de mi creía que podíamos hacerlo, podríamos superar la distancia y todos los obstáculos que nos impone tu nueva vida. Fui ilusa y soñadora, como siempre. La verdad es que no te culpaba de nada, éramos jóvenes e inmaduros, y saber que ya no podíamos mantener una relación como era habitual abrió una brecha entre nosotros.

Aunque solamente había pasado un día sin ti, me sentí aislada. No había notado cuan profundo estabas en mi vida hasta que te fuiste, y un día después de no hablar lo noté. Algo que había ignorado por completo, no sé si por decisión propia o inconscientemente. Pero era la verdad.

No tenía amigos verdaderos.

Pasé mucho tiempo fingiendo que sí, porque nunca sentí que me hiciera falta alguien desde que llegaste. Tú eras suficiente. Pero inevitablemente te fuiste, tuve que mirar alrededor y darme cuenta que las personas que pensaba que eran mis amigos no lo eran. Pensé que podía contar con ellos cuando te fuiste, pero no estaban ahí. Nunca lo estuvieron. Pero era demasiado débil y demasiado cobarde para enfrentar esa realidad. Así que seguí fingiendo. Fingí por mí, para no derrumbarme mientras estaba en plena recuperación. Fingí por ti, para demostrarte que podía vivir sin ti y que no me sintieras como una carga. Y seguí fingiendo por esos "amigos", para que no me dejaran cuando descubrieran mi indiferencia. Aunque los sentimientos de indiferencia fueran mutuos.

Hago nota mental de que no debería de esperar a que ellas hagan lo que tú hacías por mí, porque nadie podría. Solamente hay un tú. Hice un esfuerzo y esperé, esperé compañía en mi viaje de recuperación, esperé empatía, no esperé soluciones, ni acciones demasiado difíciles.

Hasta el día de hoy que estoy escribiendo esto, sigo esperando.

Las cosas que nunca te dije Where stories live. Discover now