Lo veo marcharse con las manos en los bolsillos y la mirada divertida. No es que haya algo especialmente gracioso alrededor, solo es su usual expresión. Sus ojos son humoristas y casi insolentes hasta en situaciones serias. Es lo que me gusta más de él, su habilidad para suavizar cualquier drama aparente.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Encontramos una roca pequeña pero cómoda para apoyar la espalda en ella y mirar directamente la Casa de los Gritos. Por alguna razón, al visualizarla y observarla fijamente casi puedo sentir la presencia de mi padre; como si no lo hubiera dejado en aquella enorme y solitaria casa, como si lo tuviera frente a mí. Eso provoca que sonría interiormente y suelte un suspiro relajado. Todo aquel nudo e incomodidad por el día casi se va por completo. Casi.

— ¿Estás bien? —pregunta George a mi lado. Extiende su brazo y me lo coloca por los hombros, apretándome contra su pecho. Allí, entre sus brazos, algo del nudo se desata.

—Claro —miento y me acurruco más cerca. Nunca supe exactamente la razón, pero todos creen siempre lo que sea que diga. Quizá sea mucho mejor mentirosa de lo que alguna vez consideré.

Nos quedamos en silencio bastante rato. El viento es más fuerte aquí y me sacudo por el frío, pero logro mantenerme caliente por el radiante sol que ilumina desde el cielo azul. Aparto un poco el rostro del pecho de George y encaro el clima.  Siempre me han gustado los soplos de aire helado en la cara; me ayudan a despejar la mente y pensar con claridad. O eso es lo que creía ya que cuando intento hacerlo, solo tengo el impulso de volver a la calidez de George, como si necesitara que él borrara todo aquello. Y lo hace en el momento en que besa la coronilla de mi cabello y acaricia con su mano libre mi mejilla fría.

Se separa de mí y alza mi cabeza con su pulgar para que mi rostro esté a la altura del suyo. Roza con su nariz la mía y exclama, haciendo que su aliento golpee mi rostro:

—Estás helada.

Me encojo de hombros y me sonrojo levemente cuando siento un escalofrío muy diferente al que siempre experimento cuando estoy con él. Este es cálido, satisfactorio y casi… Oh, merlín, casi lujurioso.

Acerca lentamente su boca a la mía, la cual casi tiembla. Nunca sentí esto y no tengo idea de cómo tomarlo, así que lo ignoro y pongo una mano en su nuca, acercándolo más a mí. Como si fuera posible.

 Él comienza a acariciar con suavidad un costado de mi estómago por encima de la ropa mientras yo estiro su cabello rojo con fuerza. Ese maldito escalofrío no detiene su rumbo por todo mi cuerpo.

El beso nunca llega a ponerse subido de tono, pero es más pasional de lo que nunca tuvimos. Él pide acceso al interior de mi boca y se lo concedo; nuestras lenguas bailan al mismo son. George gime muy bajo y muda sus caricias por debajo de mi suéter y musculosa, rozando su palma por mi estómago desnudo. No lo aparto, no quiero. Ese jodido sentimiento en la espina dorsal, y que en este momento se encuentra por todos lados, me abruma. Solo sé que necesito más cerca a George.

Él se retira primero con un suspiro y me acerca a su pecho nuevamente. Se lo permito mientras vuelvo a mirar la Casa de los Gritos. No recuerdo cual drama me perseguía desde la mañana, no recuerdo la incomodidad de este día, solo soy capaz de sentir el cuerpo de George que sirve como barrera entre el viento y yo. Cuando estoy con él, cuando me besa, los problemas me abandonan y no siento ya necesidad de enfrentarlos. Solo deseo estar a su lado.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

 El sol golpea mi rostro en el momento en que abro nuevamente los ojos. Los he tenido cerrados desde que me he acostado hace unos minutos en el jardín de Hogwarts. El clima está mejorando considerablemente, dando paso a los principios del verano. La brisa es tan ligera que he tenido que deshacerme de la sudadera que llevé conmigo toda la mañana. La hice una bola y la puse bajo mi cabeza, acostándome de cara al cielo.

"Rejas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora