27 | El corazón no sabe de traiciones

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Me siento como si estuviera caminando hacia mi veredicto final y no hacia una larga charla con mamá. Las náuseas solo hacen todo peor y el constante dolor en mi estómago debido a los nervios me está matando.

Me detengo un segundo y miro a Lucca por encima de mi hombro.

Aguarda junto a su auto, recostando la espalda en este con los brazos cruzados por delante del pecho como si el mundo estuviera a su disposición.

Odio decirlo, porque no tendría que ser así, pero estas últimas semanas Lucca se convirtió en alguien demasiado importante para mí. Sus brazos me recibieron con tanta calidad que me gustaría crearme una casita entremedio de ellos y quedarme a vivir ahí para siempre.

—¡Sofía ve quien es! —escucho que grita la tía Tina una vez que golpeo la puerta.

En cuanto Sofía abre la puerta me abraza. Y no, no creo que necesariamente sea porque me ha extrañado, tengo el feo presentimiento de que ella también sabía lo de papá y por eso la aparto.

—Te juro por mi vida que no estaba al tanto, no de que tenía otra familia, sí de que la había engañado...

—¿Mamá está aquí? —pregunto, haciendo caso omiso a sus palabras.

—Está en su habitación...

—¡Ay, Sara, por fin has vuelto! —la tía Tina se acerca a mi con los brazos abiertos, pero la esquivo y me dirijo hacia las escaleras—. ¡Fue todo por tu bien!

Y una mierda.

Mamá parece escuchar los gritos de la tía porque sale de su habitación y en cuanto me ve se echa a llorar. Corro, corro hacia ella y la abrazo, porque aunque no lo parezca, no estoy aquí para juzgarla.

—Ya mamá, ya —paso mi mano por su pelo.

—Perdóname, en serio.

La acallo mientras froto su espalda y la aprieto más a mi cuerpo. La entiendo, entiendo su dolor porque en menor medida lo estoy viviendo, porque a ella no es a la única que abandonaron y cambiaron. Papá me hizo a un lado como si fuera un perro que puedes dejar tirando en la carretera cuando ya no quieres esa responsabilidad.

—Tenemos que hablar, y por una vez quiero saber toda la verdad.

Escucho como la puerta de su habitación se cierra mientras camino hacia su cama y me siento en ella.

Mamá arrima una silla y se sienta frente a mi, sus rodillas chocando con las mías.

—¿Hace cuánto lo sabes?

—El día que nos encontraste a mi y a Gloria abrazadas fue por esto. Ella estaba en Malibú y entre medio de tanto murmullo en la playa le pareció escuchar una voz conocida, no fue sino hasta que prestó atención a la familia de al lado que se dió cuenta de que era Steven con... Bueno, con ellos.

Mis ojos se cristalizan, pero me niego a llorar, tengo que ser fuerte, por mamá y por mi.

—Es un hijo de puta.

—Es tu padre, Sara —ella sonríe de lado como si el hecho de que sea mi padre lo solucionara todo—. No quería que te enteraras de esta forma, se suponía que él te lo diría cuando estuviera listo. Por eso fue mi insistencia en que te vinieras a vivir conmigo, porque tu padre aún no encontraba las palabras para decirte que...

—Que nos estuvo cagando encima toda la vida. Mamá, la chica tiene quince años —ya no puedo contener las lágrimas—. Todo ese tiempo él... él nos vió la cara de idiotas con sus viajes de negocios y casos importantes en la ciudad.

—No es "la chica" es tu hermana, cariño.

—Ni siquiera sé su nombre, mamá...

—Naomi Dustin.

Polvo de estrellas [✓]Where stories live. Discover now