2. Perfecto desorden

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Había muchas cosas extrañas sucediendo a su alrededor, no había podido obtener respuestas de ese misterioso libro, pero durante el transcurso de las semanas posteriores a su arribo, estuvo tratando de encontrar algo relevante en alguna de las páginas que pudiera comprender. Pocas cosas eran aptas para su entendimiento, solo unos nombres y breves descripciones de algunos lugares, pero todo lo demás estaba lejos de su entendimiento.

Además obtuvo lo que parecía ser alguna clase de garabatos rápidos en la última página que tenía algo escrito de la libreta. Decidió arrancarla y guardarla celosamente con ella en lo que encontraba una solución a ese libro.

Se dijo a sí misma que si quería encontrar a su amiga, lo primero que debía hacer era recrear sus pasos. Así que se puso a investigar los últimos lugares en los cuales su amiga había sido vista, tal parece que después de que saliera aquella noche de la mansión, desapareció en el aire. Nadie tuvo ni una sola pista, ni un avistamiento, un rumor, una posibilidad.

Nada.

Pero si había algo que Debonnie Gallagher no poseía, era falta de determinación. Sus padres le llamaban terquedad, pero a ella le venía mejor el adjetivo de mujer decidida.

Según recordaba en las conversaciones que tuvo con su amiga, sus investigaciones se basaban dentro de los barrios de reputación peligrosa de París. Sobornó a unos cuantos mocosos estafadores para que le dieran información sobre a qué punto en específico debía dirigirse si buscaba a un hombre con la particular característica de usar un bastón.

Al principio los chicos parecían incomodos de darle información, sin embargo, en cuanto les mostró más dinero, cantaron direcciones como pajarillos.

Fue así como se adentró en las calles con la confianza de que saldría con algo que la condujera a su amiga. Al avistar un lugar que coincidía con las descripciones brindadas, sonrió victoriosa.

Debonnie se acercó con mucha cautela, esperó un par de minutos dado que alcanzó a escuchar algunos ruidos en el interior del pequeño y descuidado apartamento. Del interior, salió un hombre tosiendo y acomodándose las mangas de su traje de aspecto barato. Portaba una capa enorme y cojeaba de la pierna izquierda, por lo que usaba un bastón para ayudarse a andar. Él tenía que ser el mismo de las pocas notas de Emmeline que estaban en francés.

Pensó que tuvo una suerte enorme de llegar justo antes de que partiera.

Lo siguió de forma discreta por varias calles en cuanto empezó a andar, despistado entre las galeras de las tiendas cada que el hombre se detenía a conversar con alguien.

Cuando llegaron a una pequeña plaza la cual solo había personas sin hogar y vendedores ambulantes, dieron vuelta por un callejón mientras Debonnie intentaba pasar desapercibida todo lo posible.

El tipo se detuvo junto a una puerta y tocó la entrada con la punta de su bastón. Parecía despreocupado, casi relajado. Debonnie sintió que ardía de rabia de tan sólo ver el aspecto ligero del hombre mientras que su amiga estaba desaparecida, sin saber si estaba bien.

Del viejo edifico salió otro sujeto con aspecto somnoliento y desaliñado; la mirada que le dedicó al sujeto del bastón fue de todo menos amistosa.

—Te he dicho que no me gusta ser molestado durante el día —Le reprochó con ira.

—Te gustará lo que te diré.

—No, Clément, tendrá que encantarme —advirtió—. De lo contrario puedes irte despidiendo de tu otra pierna.

Bonnie anotó rápidamente el nombre del sujeto, en las notas de Emmie solo se refería a él como Monsieur Bernard. Era la última pista que lograba entender sin que le complicara más las cosas.

Matices del almaTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon