Solo soy una chica común y corriente. De cabello largo ondulado castaño, no soy tan alta pero tampoco tengo una mala figura, mis ojos de color marrón oscuros al igual que mi madre y tal vez tenga un poco la personalidad de papá. Aunque no todo a veces se hereda.

Emanuel dejo de jugar y termino su plato de puré de manzana. Lo seguí con la mirada cuando se acostó en el sofá tapándose con su manta, y mirando la televisión sin volumen.

- ¿Les gustara esta tarta de verduras? - Lo miro desde la cocina.

Él no se mueve, ni me mira, ni me presta atención, ni tampoco me responde. Me acostumbre a eso, pero siempre finjo como si él me respondiera.

- Claro que sí. No soy tan mala cocinando. - Sonrió orgullosa de mi misma.

Saco la tarta del horno. Por suerte no se siente tanto el calor por el aire acondicionado. El verano en Londres se siente demasiado, siempre trato de mantenerlo en un ambiente soportable para Emanuel.

Lo pongo en un plato blanco. Huele muy bien, intente seguir todos los pasos de ese libro.

Camine hasta la sala con el plato de tarta en mis manos. Mire a Emanuel.

- ¿Quieres venir conmigo?

Tal vez no era bueno exponerlo con vecinos nuevos. Así que solo lo deje que se quedara en el sofá, sé que no se moverá de ahí. Lo conozco muy bien, aprendí demasiado de Emanuel.

- De acuerdo. Vuelvo en un momento.

Mire mi atuendo antes de salir de la casa. Ni siquiera me había dado cuenta que seguía teniendo el delantal. Deje el plato en la mesa de la sala. Me quite rápidamente el delantal negro, y lo deje en el sofá. No estaba tan mal con mi remera blanca, y mi short de jean azul.

Volví a tomar el plato. Salí de la casa poniéndole seguro.

Parece que algunos vecinos ya les dieron su bienvenida a los nuevos vecinos.

Es la primera vez que le doy la bienvenida a alguien, y estando sola sin mi madre, ni mi padre al lado mío. A veces los padres nos dan seguridad.

Desde afuera se ve las luces encendidas de la planta baja, y también de arriba. Ahora si esa casa tiene vida.

Me acerque a la puerta, y como pude toque el timbre una vez. No tardo mucho cuando esa misma mujer que vi, me abrió la puerta con una sonrisa. Sus labios están pintados de un rojo intenso.

- Hola soy Ashley Bardot vivo al lado, y quería darle esta tarta de verduras de bienvenida. - Le extendí el plato. - Es algo tradicional de este barrio.

- Hola querida. - Su voz era un poco chillona e irritante. - Pasa por favor. - Se hizo aun lado.

Di unos pasos adelante hasta estar dentro. Ella cerró la puerta, y suspire nerviosa. La casa es bellísima, las tonalidades claras en las paredes: beige, blanco. Justamente un señor, sería su esposo, bajaba de las escaleras.

- Hola señor me llamo Ashley Bardot.

- Charlie Adler. - Sonrió amablemente.

Al menos él no me parece mal tipo.

La mujer agarro el plato de mis manos.

- Muchas gracias. - Dijo ella con una pequeña sonrisa de lado. - Mi nombre es Ada Adler Serna.

Hasta su nombre es al estilo de ella.

- No suele conversar con los adolescentes. - El señor Adler me miro apenado. - Oh ahí vienen.

Ese niño que había visto correr hacia el auto. Había aparecido desde la sala, sus ojos son azules al igual que ese hombre.

- Bueno él es Bastian. - Me lo presento.

Él niño me sonrió amablemente.

- Hola soy Ashley.

- ¿Eres nuestra vecina? - Me miro emocionado. - Muy bonita por cierto.

- Gracias. - Dije ruborizada por la forma de hablar del niño.

Parece tan maduro.

- Tengo doce años, pero podrías esperarme unos años más...

- Deja de querer coquetear mocoso. - Escuche otra voz.

- Bueno, tengo cosas que hacer. Gracias por la tarta Ashley, y por la bienvenida.

- De nada señor Adler. - Mire al otro chico. Él que estaba hablando por teléfono cuando estaba observándolos por la ventana. - Mi nombre es Ash...

- Ashley si ya lo oí tres veces.

- Trátala bien. - Bastian le dio un codazo en su brazo.

Él no tiene los ojos azules como su padre, ni su hermano, tiene los ojos negros brillosos al igual que su madre. Sus pestañas son largas y negras, es atractivo sí, pero algo irritante.

- Bueno, tengo que marcharme. - Señalo la puerta.

- ¿Tienes un hermano? Aquí no hay niños, y no sé con quién jugar. - Bastian parecía algo triste por eso. Debe ser feo tener un hermano mayor que no juegue contigo.

Me gustaría decirle que sí, pero no puedo exponer a Emanuel, no sé cómo reaccionaría ante una nueva persona que él no conoce.

- Si pero...

- ¿Puedo conocerlo? - En sus ojos había ilusión.

- Tratare de presentártelo. Él tiene seis años.

- No importa, llevarnos siete años no tiene nada de malo. - Sonrió amablemente.

- Te avisare cuando él esté listo para conocerte. Es muy especial.

Él frunció el ceño.

- ¿Es autista? - El mayor me miro con los brazos cruzados.

- No lo sé. Los enfermeros no saben que enfermedad tiene, pero si es mental. - Lo mire.

- Entiendo. - Dijo Bastian. - Pero sería su amigo igual.

Sonreí al oírlo. Bastian parece un niño amable a comparación de su hermano mayor.

- Por cierto su nombre es Victor. - Me susurro. Aunque su hermano lo escucho.

- ¿No dijiste que te ibas? - Aun seguía mirándome.

- Si, debo ir a ver a mi hermano pequeño. - Camine hasta la puerta. - Buenas noches Bastian. - Le sonreí amablemente, y luego mire a Victor cambiando mi expresión a una seria.

No le dije nada, y simplemente salí de esa casa sin antes escuchar lo que Bastian le dijo a Victor:

- Eres un idiota con las mujeres ¿Lo sabes? Tengo doce años y soy más maduro que tú.

- Cierra el pico.

No estaría mal que Emanuel se acercara a Bastian. Tal vez no sería una mala idea.

Hasta sus nombres y apellidos lucen geniales. Aunque la mujer y su hijo mayor parecen tener el mismo carácter y personalidad; el padre y el hijo menor tienen el mismo carácter y personalidad, amables y sonrientes. La mujer trata de ser amable aunque sus intentos son falsos, y su hijo lo demuestra, no tiene filtro en sus palabras, ni tampoco en sus gestos.

Sin Control [✓]Where stories live. Discover now