Capítulo 20 Volver

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¿Y qué me aseguraba que Zeo no era el culpable de mis injuriosas dudas respecto a la perspectiva que osaba a plantearme de él? Él bien podía interferir en mis puntos de vista sobre alguien si antes se había podido escabullir en la cabeza de Lucas, en el bosque. Era un bastardo que capaz agitaba mis pensamientos cada que se le antojaba.

Le miré de reojo, observaba el anochecer. «Un ángel». Su apariencia era la de un ángel gloriosamente inocente; un ángel a punto de ceder ante el funesto pecado. En mi cabeza, bufé, cuán ignorante era de mi parte comparar a Zeo con semejantes seres divinos.

Zeo era blasfemia.

Se aclaró la garganta.

—Yo no hice todo aquello que mencionaste.

Sacudí mis hombros, indiferente.

—Decirlo no cambia mi opinión.

—Bien, bien; te lo explicaré. —Arañó su cabello blanco hacia atrás. Eran… excitantes las naturales hebras blancas recogidas hacia la parte trasera. Reaccioné cuando volvió a hablar tratando de concentrarme en lo que decía—... Esto también es complicado para mí.

¿Qué de complicado había en soltar la verdad?

—Bien, estoy lista para la gran, supremamente inesperada, noticia de haber sido casi apuñalada por ti en un bosque. —Sin saber porqué o para qué, lancé puñetazos al aire—. Vamos, hombre, sorpréndeme.

Sonrió.

—Ya te lo he dicho, cielito, yo no he hecho casi nada de lo que…

Enarqué una ceja, cruzándome de brazos, asintiendo como si le creyera. Él odiaba los rodeos, yo también, eso nos beneficiaba a ambos.

—Muy bien; juguemos a que serás, por primera vez, honesto con las respuestas.

Eso lo tomó con la guardia baja. Parpadeando perdido, ladeó su cabeza.

—¿De qué respuestas hab…

Alcé un dedo, callándolo. Achinó sus ojos, odiaba que le cerraran la boca, por algo le fastidiaba tanto coexistir junto a Enem. Lo haría más seguido. Rechinó sus dientes de manera inaudible, pero sí visible, tal cual un cerdo rabioso.

—Serás sincero, ¿verdad? —asintió de mala gana, rodando los ojos, recargándose en el extremo de su esquina del balcón, yo lo hice en la mía—. Bien. ¿Me acosabas todo el tiempo antes de venir obligadamente al reino?

Por un momento, dudó en responder, después de una semilarga meditación, me miró mal por haber escogido esa pregunta entre tanto material a mi disposición.

Bufando hasta con su tono de voz, respondió:

—Bueno, es que si lo dices de esa forma… —Le apremié por una respuesta contundente, se andaba por las ramas para posponer el momento—. Sí, lo hacía —resopló—, ¡pero con muy buenas intenciones! Que conste.

¿Un EK-Z con buenas intenciones? Sí, claro.

—¿Asustabas a mis hermanos desde el pino? —tutibeé al modificar la pregunta—. Bueno… a Leila, ¿asustabas a Leila por las noches?

Aquello le arrancó una carcajada. Su pecho vibró por su ronca risa. Aparté la mirada, perturbada.

—Esa niña, ummh. —Presionó su dedo índice en su quijada, pensando su respuesta. Qué desagradable era cuando quería hacerse el gracioso—... está para camisa de fuerza —carcajeó, palmeándose el muslo—. Está loca. No la asustaba. ¿Qué culpa tenía yo que ella fuera a vigilar las calles vecinas desde su balcón en plena noche?

¿ES REAL?Where stories live. Discover now