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Para sorpresa de todos ahora me encontraba pegada todo el día en mi celular, tecleando en la pantalla, sonriendo, riéndome, enojandome y otras cosas

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Para sorpresa de todos ahora me encontraba pegada todo el día en mi celular, tecleando en la pantalla, sonriendo, riéndome, enojandome y otras cosas.

Pero era tan sorprendente que mis padres estaban muy raros conmigo.

—Nana, ¿Qué tanto ves en el celular? —Me preguntó papá. —Estamos cenando, sabes que no es permitido el uso del celular cuando comemos.

—Ah, lo siento, lo olvidé. —Murmuré dejando el cealular entre mis piernas.

Comencé a comer pero entonces escuché el sonido de la notificación.

Iba a tomar mi celular pero mamá me miró.

—Nana. —Dijo con ese tonito de amenaza.

—Sólo voy a...-

—Dame el celular. —Ordenó papá y yo hice un puchero, tomé el celular y se lo di. —¿Qué tanto ves aquí? Oh por Dios.... ¡Nuestra niña está enamorada!

—¡No es así! —Chillé avergonzada. —¡Papá, no veas mis mensajes!

—Ay, pero escribe bien feito... —Habló Waka mirando el celular también. —¿No me digas que el cuñado es un chacal?

Ajá, para que no se me vayan a confundir, le seguiremos diciendo Waka a Wakasa, aunque según yo si sea el apellido.

—¡Papá, dile que no lea eso!

—Ay Nana, como si no te hubiera visto con el chacal de la pizza. —Me dijo Waka virando los ojos divertido. —¡Espera! ¡Papá ve la foto!

—¡No, no hagas eso! —Chillé.

—Oh no, si, si es. —Waka sonrió malicioso. —Mira quién está llamando.

—¡Waka!

—¿Holaaa?

—¡Mamá, dile algo a tu hijo!

—¿A Nana? —Siguió hablando Waka. —No, no está, wrong number, no ande llamando a esta casa por favor.

—¡Ya, dame eso!

—Ay, si soy tu cuñadito, cuñado. —Sonrió. —¿Qué no son novios? Entonces... ¿¡Por qué ilusionas a mi hermana!?

Waka se puso a gritarle a Chifuyu por llamada, se levantó para irse, papá lo siguió, yo los seguí y mamá nos siguió.

—¡Wakasa, ya deja de gritarle!

—¡Te quiero aquí en la casa, o te vas a olvidar de ella!

—¡Wakasa, te voy a matar!

—Bien, cuñadito, te esperamos aquí, apúrate porque ya andábamos comiendo. —Dijo más tranquilo.

Apenas colgó la llamada, lo jalé de sus rubios cabellos y lo cacheteé.

—¡Ya sueltame, loca!

—¡Eres peor que un bolso de swarovski en el tianguis!

—¡No soy tan malo como dices! —Exclamó.

—¡Ya sueltalo! —Exclamó mamá tratando de alejarme de él.

—¡Te voy a matar como se matan en las famosas pacas del tianguis!

—¡Ni siquiera sé cómo es eso! ¡Ayudaaaa!

En eso, alguien tocó el timbre de la casa, y solté a Wakasa dejándolo caer de golpe al suelo.

—¡No puede ser, estoy en pijama! ¡Mamá, dile a Fuyu que no lo recibiré hasta que esté bonita!

Corrí saliendo del comedor, casi me caigo por mis pantuflas de conejo, pero logré sobrevivir saliendo del pasillo, pero entonces me encontré con Chifuyu, siendo acompañado por la ama de llaves.

Él sonrió divertido y yo me puse colorada de la vergüenza.

—Orale, que buena est...— Chifuyu iba a seguir hablando, pero la presencia de mi familia lo hizo callar. —esta... tu pijama de conejito.

—¿Tú eres el susodicho? —Cuestionó papá mirándolo, tratando de verse muy intimidante.

—Ah... pues con decirle que no le sé a eso de susodicho le digo todo, pero ahora que si quiere saber si era yo el que le mandaba mensajes a su retoño, pues simón soy yo merengues, mucho gusto suegritos.

Mis padres se quedaron boquiabiertos.

—Nana, lleva a tu... lo que sea al comedor, terminaremos de cenar.

Miré con algo de susto a Chifuyu, él me miró y se encogió de hombros para después acercarse y abrazarme por los hombros.

—¿Quiubo? ¿Cómo has estado chiquibeibi?

—Muy bien, ¿Qué tal tú? —Sonreí gustosa de tenerlo a mi lado.

—Me cae que el amor no tiene límites. —Murmuró Wakasa.

Todos caminamos hacia el comedor, y como a mi lado sobraba el lugar, sentaron a Chifuyu ahí.

—Así que... ¿Cuál es tu nombre?

—Pues mi jefecita me puso como mi abuelito, Chifuyu Matsuno.

Mis padres me miraron con las cejas levantadas, y yo sonreí mirando a Chifuyu.

—¿Cuántos años dices que tienes?

—Tengo veintiuno.

—¿Qué? ¿Sabes que Inana tiene diecinueve? —Cuestionó sorprendido mi padre.

—Pues si, pero no importa, está bien bonita su hija. —Dijo girandose hacia mi para después extender su brazo sobre el respaldo de mi silla y luego acariciar mi cabello. —Además, sus amigotes también son muy mayores, el ese Ran tiene, ¿Qué? Sus veintiséis años ya, ahora dígame qué yo soy un gacho.

—Nana. —Mi madre me miró algo incómoda.

—¿Si?

—Comamos y después te quedas con tu chacal. —Dijo Wakasa y comenzó a comer cuál cerdo.

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