¿Acaso había perdido por completo la conciencia de quién era? No lo sabía, pero un sentimiento de compasión hacia sí misma, invadió sus pensamientos y sólo deseó retirarse del lugar. No pudo pensarlo dos veces y arrebatada en su propio derecho a huir de cualquier sitio donde se sintiera indefensa, se puso de pie haciendo que Drake tragara el bocado casi atragantándose y replicara lo más rápido posible, pero sólo oyó sus disculpas y vio la espalda de Cadence abandonando el comedor.

Caminó decidida a salir de allí, huir de aquellos pensamientos que no dejaban de molestar su orgullo, socavando viejas heridas y sacando a luz sus inseguridades. Prefirió obviar aquel apretado nudo que destilaba amargura y subió las escaleras hacia su habitación.

Cerró la puerta con impulso y el estruendo le hizo inspirar profundo y abrir sus manos al lado de su cuerpo, intentando calmar unos nervios repentinos y tan molestos como inentendibles. Su mente aturdida parecía correr más rápido aún que su capacidad de entender lo que acontecía y sus problemas parecían rodearla, quitando la tibia calma con la que solía tomar decisiones.

Odiaba aquellos días en que su estado de ánimo, sus deseos y sus odios se entremezclaban en una especie de desesperante e intolerable vendaval. Se recostó de espaldas en la cama mientras rememoraba las palabras de Amy, la posibilidad de que John fuera padre de aquel niño en camino, de las peripecias que estaría sufriendo Brooke si Robert así lo sospechaba y el dolor al ver la ilusión brillar en los ojos de su amiga.

John merecía un amor verdadero y posible, un amor límpido y sincero como el de Amy, pero había arruinado todo con aquella aventura prohibida que traía consecuencias y muchas. El problema principal era determinar si Amy sería capaz de amarlo bajo aquellas circunstancias.

Cadence arrugó su frente en aquel mismo instante preguntándose si ella sería capaz de vivir con semejante carga en sus espaldas. Tampoco sentía las fuerzas necesarias para decirle a ella, qué había sucedido entre John y Brooke, y mucho menos abogar por ella, quien bajo sus circunstancias y sabiendo de los sentimientos de Amy, se había atrevido a mirar a John. Resopló.

Tan complicada se había vuelto la vida alrededor, que hasta se había olvidado por momentos de pensar en sí misma. No era consiente de quién era, qué deseaba y a dónde iría. Todo había cambiado repentinamente. Las preguntas de Amy habían revuelto recuerdos y plantado inquietudes. Preguntas que habían estado allí en su corazón desde que podía recordarlo y que su padre se había encargado de dejarle muy claro que mejor era dejarlas cubiertas bajo piedras, enmascaradas con silencio y respuestas simples que recitaba de memoria cada vez que ansiaban salir por sus labios. Las había callado tantos años y ahora abarrotadas se enredaban unas a otras, llenándola de ansiedad.

¿Por qué su padre había asegurado que los Duddley no querían saber de ella y al mismo tiempo, Sarah afirmaba que no estaba al tanto de su existencia? Asi tampoco parecía conocer que su madre había contraído matrimonio con su padre. ¿Por qué lo habían hecho en secreto si de cualquier modo se apartarían de la familia? ¿Por qué insistía, casi desesperado, que no nombrara a su madre en casa de sus tíos? ¿Por qué había guardado la carta de su madre? ¿Por qué no se la había entregado antes y por qué su madre insistía que reclamara lo suyo? ¿Por qué le había escrito aquella carta, sabiendo de alguna manera que tendría que luchar por lo suyo?

Apretó sus ojos agobiados y una lágrima se volcó por su mejilla. Era demasiado para su mente lenta o quizás "inocente", como Drake solía llamarle. Su rostro pálido se contrajo y las lágrimas parecieron multiplicarse. Se sentía sola y perdida en un pozo oscuro, tan oscuro y siniestro que parecía una pesadilla.

La puerta chirrió a sus espaldas y oyó sus botas detenerse junto al umbral. Se acercó lentamente y en silencio, mientras Caddy intentaba secar sus lágrimas rápidamente.

ANTE TI, SOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora