Sin embargo, estaba demasiado rígido. Parecía tenso. Su peinado era excesivamente perfecto; su traje a medida, demasiado impecable. Parecía más una pintura que una persona. Casi lo lamentaba por el chico que fuera a acabar con él. Es probable que llevara la vida más aburrida imaginable.
Observé a su madre. Tenía un aspecto sereno. También estaba rígida en su silla, pero no tan tiesa. Caí en la cuenta de que, a diferencia del rey y del príncipe JaeHyun, ella no se había criado en palacio. Era una auténtica hija de Illéa. Quizás antes fuera alguien como yo.
El rey ya estaba hablando, pero yo necesitaba saberlo.
—¿Mamá? —susurré, intentando no distraer a papá.
—¿Sí?
—La reina... ¿qué era? De casta, quiero decir.
Mi madre sonrió al verme interesada.
—Una Cuatro.
Una Cuatro. Habría pasado sus años de juventud trabajando en una fábrica o en una tienda, o quizás en una granja. Me pregunté cómo habría sido su vida.
¿Tendría una gran familia? Probablemente no habría tenido que preocuparse por la comida cuando era pequeña. ¿Se habrían puesto celosas sus amigas cuando la escogieron? Si tuviera algún amigo cercano de verdad, ¿sentiría celos de mí?
Aquello era una tontería. No me iban a coger. Me concentré en las palabras del rey.
—Esta misma mañana hemos sufrido otro ataque en nuestras bases de Nueva Asia que ha diezmado ligeramente nuestras tropas, pero confiamos en que el nuevo reemplazo del mes que viene reforzará la moral de los soldados, además de su potencia de combate.
Odiaba la guerra. Por desgracia, vivíamos en un país joven que tenía que protegerse de todo el mundo. Si el territorio sufría una nueva invasión, probablemente sería el fin.
Después de que el rey nos pusiera al día acerca de un reciente ataque sobre un campamento rebelde, el Equipo Económico hizo un repaso al estado de la deuda, y el jefe del Comité de Infraestructuras anunció que al cabo de dos años esperaban iniciar las obras de reconstrucción de numerosas carreteras, algunas de las cuales estaban aún tal como habían quedado tras la Cuarta Guerra Mundial. Por último subió al estrado el coordinador de Eventos.
—Buenas noches, señoras y señores de Illéa. Como todos ustedes saben, recientemente se ha distribuido por correo la convocatoria para participar en la Selección. Ya he recibido el primer recuento de solicitudes presentadas, y me alegra decir que miles de bellas personas de Illéa ya se han inscrito en el sorteo para la Selección.
Atrás, en su rincón, JaeHyun se agitó un poco en su asiento. ¿Estaba sudando?
—En nombre de la familia real, querría agradecerles el entusiasmo y el patriotismo mostrados. ¡Con un poco de suerte, para Año Nuevo estaremos celebrando ya el compromiso de nuestro querido príncipe JaeHyun con un encantador, inteligente y talentoso hijo de Illéa!
El reducido grupo de asesores presentes aplaudió. JaeHyun sonrió, pero parecía incómodo. Cuando acabaron los aplausos, el coordinador prosiguió.
—Por supuesto, tendremos un amplio programa de actos preparado para conocer a los jóvenes de la Selección, por no hablar de programas especiales sobre su vida en palacio. ¡Y quién mejor y más cualificado para guiarnos a través de esta emocionante aventura que el señor Gong Yoo!
Hubo otra salva de aplausos, pero esta vez procedentes de mi madre y de Karina. Gong Yoo era una leyenda. Al menos hacía veinte años que trabajaba como comentarista de los desfiles de la Fiesta del Agradecimiento y de los especiales de Navidad, así como de cualquier cosa que se celebrara en palacio. Nunca había visto una entrevista a miembro alguno de la familia real o a sus familiares o amigos que no hubiera hecho él.
