» día cuatro «

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Steve se movió inquieto en su lugar, el servilletero frente a él parecía lo más interesante en todo el establecimiento. Tenía apenas unos minutos en el lugar, y estaba ansioso de ver al mesero castaño de "Rayo rojo", que ahora ya tenía conocimiento de su nombre, "James Barnes".

Rogers mentiría si dijera que la única razón por la que iba a la cafetería en las mañanas era por el delicioso café, ¡Pero que va!, obviamente -no se mentiría a sí mismo- su presencia en el local es por Barnes.

—¡Señor Steve, buen día!, ¿Qué va a querer hoy?.

Rogers sonrió ampliamente cuando por fin el chico apareció frente suyo, el menor le regreso la sonrisa mientras jugaba un poco con su libreta de pedidos.

—Lo mismo que los otros días, un café americano bien cargado.

James soltó una risita, apuntando el pedido en la pequeña libreta. Mordió la tapa del bolígrafo con nervios, quería hablar un poco más con el señor Rogers pero eso sería falta de ética, para Barnes es inevitable no notar la resplandeciente belleza del mayor y esa aura tranquila que desprendía el hombre.

—¿Le puedo recomendar algo?— James sonrió de medio lado, Steve ladeo un poco su cabeza con interés tras las palabras del contrario.

—Claro, Siempre es bueno agregar algo
nuevo a la rutina— Mucho mejor si tú tienes
la intención de mejorar mis mañanas, pensó internamente. La sonrisa de su rostro no se
borró, Barnes asintió emocionado con las mejillas levemente sonrojadas.

—¡Pastel red velvet!, Es la especialidad de la cafetería y déjeme decirle que es lo mejor que probara en su vida— Soltó emocionado, dando un brinquito. Steve ensancho su sonrisa, el chico irradiaba ternura y entusiasmo, el cual contagiaba a todos.

—Agrega dos rebanadas al pedido.

—Le juró que no se arrepentirá, en todo caso prometo hacer lo que usted quiera— Dijo inocentemente, apuntando más en su libreta. Rogers le miro con las cejas alzadas.

—Entonces si yo quiero... Podrías salir conmigo, ¿Verdad?— Habló seriamente, sin despegar la mirada de Barnes. El contrario abrió los ojos desmesuradamente, sus mejillas terminaron por ser dos pequeños tomatitos en su rostro, abrió su boca para hablar pero sólo salían balbuceos nerviosos.

—Y-yo...

Steve rio, jugueteo con el servilletero, disfrutando por completo de la reacción del menor.

Café por la mañana - [stucky]Where stories live. Discover now