Te levantaste para caminar ha su escritorio no sin antes cerrar la puerta con seguro y ver que todo esté correctamente cerrado. Rodeaste su escritorio para luego tirar de su mentón haciendo fijar su mirada en la tuya.

—¿Sucede algo señorita? —cuestionó girando su silla dándote la oportunidad de sentarte en su regazo.

—Woonie, enserio olvidé hacer el proyecto, es culpa mía, sí, pero al menos una oportunidad para presentarlo por favor. —rogaste.

Sus manos se posaron en tu cintura y te acerco más a él.

—Bebé, me sorprendió que no lo tuvieras listo, tú sabías con anticipación sobre eso, no hay excusa.

Lloriqueaste frente a él viendo cómo se formaba una sonrisa en su rostro pero aún así no aceptaba ninguna de sus peticiones.

—Por favor profesor, una oportunidad. —te acercaste a su oreja suspirando para luego dejar un besito.

Se tenso cuando sintió tus caderas rodar en su regazo, tus dientes mordisqueando su piel expuesta.

—Dulce, no conseguirás que aplace la entrega así, por favor para porque estamos en la escuela.

Gimió cuando tu lengua rodeo el lóbulo de su oreja y soltaste un jadeo sintiendo su dureza en tus bragas.

—¿Uhm? ¿Woonie? Necesito tu atención ahora, por favor. —susurraste moviéndote aún sobre su entrepierna.

Sus manos bajaron a tus glúteos, apretó de estos bajo tu falda para comenzar a dejar besos en tu cuello. Su agarre era duro, sus besos bruscos y sua dientes mordían de tu piel bronceada.

—¿Estás mojada gatita? ¿Tan rápido?

Soltó una carcajada en tu oído mandandote escalofríos, gruñiste cuando te bajo de su regazo y te pego contra el escritorio.

—¿Cuántos azotes debería darte por irresponsable y por querer ser un zorra para dejar que aplace la tarea? —habló serio mirando como tu culo estaba levantado y a su merced.

Apretaste el borde de la mesa tratando de buscar fricción contra su entrepierna.

—Cuenta 20 gatita.

Comenzó con un azote que hizo eco en el salón, su mano marcada en tu nalga derecha resplandecía. Sobo un poco la zona y siguió con otro.

—Dos, uhm. —gemiste al sentir el tercero —Tres.

Golpe tras golpe dejo tu piel roja y levemente ardiendo por el tacto que te dió. Gritaste cuando se agachó para morder la piel suave y luego pasar su lengua por las marcas de manos que quedó.

—Mi bebé, mi lindo bebé, mira este culo todo brilloso y rojo, mío.

Bajó tus bragas y metió su lengua en tu humedad sin previo aviso. Seguía amasando tus nalgas haciéndote temblar, aún estaba delicada por los azotes. Su boca chupaba tu botón, su lengua penetraba tu agujero, tus paredes calientes recibían con gusto dos dígitos que comenzó a mover rápido.

El sonido de la humedad invadía tus oídos, sus suspiros sobre tu coño enviaba ondas de excitación a tu clitoris haciendo que tu vientre se encogiera.

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