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Al abrir los ojos, las luces blancas me molestaron visualmente. Después de unos instantes, pude recuperar mi visión y por ello, me di cuenta que estaba en un hospital.

El aparato que checaba mi pulsación estaba funcionando y era lo único que se escuchaba en el lugar. Intenté removerme de la cama, pero había tantos cables en mí que no me permitieron moverme bien. Fue entonces que noté que tenía mi mano izquierda vendada, y la miré dejando escapar un sollozo de mi boca al darme cuenta que no tenía dos dedos en ella.

Mi pecho estaba cubierto de vendas y el llanto era el nuevo sonido que invadía el lugar. Estaba tan mal, tan triste, que no entendía cómo había llegado aquí y porqué había perdido parte de mi cuerpo.

Me sentía tan triste que mi padre no estuviera aquí, que no hubiera nadie en el hospital que me hiciera compañía en este momento. Quizá mi padre pudiera calmar este dolor y esa intranquilidad que había en mí, pero a su vez tenía una desconfianza sobre él, ya que él me había mandado aquí y él había elegido el hotel. Quizá mi padre estaba relacionado a todo esto, pero, a su vez, eso era imposible, por el amor que me había estado demostrando en todos estos años.

Mi mente estaba tan perdida en recuerdos que no me di cuenta cuando el doctor entró a mi sala.

El doctor era relativamente joven y tenía el cabello rubio y largo, que amarraba en una coleta. Era pálido y alto, tenía los ojos de color miel y olía bien. Se miraba muy bien y apuesto.

—Buenos días.

Saludó con una voz muy gruesa, que me erizó la piel.

No le dije nada, sólo me límite a observarlo atentamente, esperando que me dijera quien me trajo aquí y porqué había perdido mis dedos.

—Ya pronto saldrás de aquí. ¿Cómo te sientes?

Inquirió de nuevo, pero no dije nada. No tenía sentido esa pregunta, pues él notaba las lágrimas en mis ojos y él sabía en las circunstancias en las cuales me encontraba.

El hombre me miró a los ojos y mantuvo su boca en una fina línea, esperando que yo hablará, pero yo me sentía incapaz de hacerlo.

—Sí, también hablo español. O... ¿tú hablas inglés? —cuestionó con una sonrisa tímida—. Es que, de tu hotel checaron tus documentos y decía que eras mexicana —comentó, pero pese a sus intentos de hacerme hablar, no lo hice—. ¿Se encuentra bien? ¿Algo le molesta?

Me mantuve seria mientras él lucía cada vez más preocupado por mí. Sin embargo, como cualquier hospital, debería de haber muchas más personas con algo mal que él debía atender, por lo mismo, ante mi estado, el doctor decidió checar la carpeta que estaba pegada a mi cama y comenzó a verificar mi estado y apuntar actualizaciones de lo mismo. Cuando terminó de hacerlo, volvió su vista a mí y una vez más me miró con tanta preocupación que me dio pena.

—¿Ya se encuentra mejor? Puede decirme cualquier problema en qué se encuentre.

Bajé la mirada lentamente, sin saber que decir. Tenía miedo de decir lo que había en mi mente y el dolor que estaba en mi corazón. Esperaba solamente salir de aquí y volver a mi país, pero no estaba segura de volver con alguien que, me había mandado a un lugar tan terrible.

—De hecho, tuvo suerte de ser encontrada. Qué bueno que dejó todo abierto, rápidamente los encargados del hotel fueron a su búsqueda. Pero, ¿por qué huyó? —cuestionó nuevamente el doctor que me dejó helada y me hizo bufar ante su insistencia, cosa que hizo notar el doctor que yo sí sabía lo que decía, sólo que lo estaba ignorando—. ¿Sabes...? Usualmente nuestros turistas no hacen un desastre nuestras habitaciones de hoteles y se pierden en el bosque. Tuviste suerte de ser encontrada.

—¿Y qué si no quería ser encontrada? —pregunté ya cansada del hombre y sus preguntas, cosa que él hizo que me mirará impactado e intrigado ante mi respuesta tan brusca y por lo que esta significaba.

—¿Por qué no querías ser encontrada? —cuestionó preocupado, juntando sus cejas y abriendo levemente su boca sin entender nada.

—No lo merezco, doctor. Es una mierda mi vida. Sería lo mejor que me podía pasar sí moría aquí —respondí harta y cansada. Y aunque el hombre era tan insistente, tuve que desquitarme con él ya que lo necesitaba. Necesitaba soltar todo esto de mí.

—Lo suponía por la cicatriz de tu pecho. Parece una quemadura gravísima, ¿cómo te la hiciste? —cuestionó, pero no contesté, ya que sabía que era algo que no podía decirse con la verdad, y yo era pésima mintiendo—. Y, al parecer, no la trataste cómo debías.

El doctor estaba tan preocupado que me daba lastima. De verdad anhelaba que dejara de cuestionarse cosas sobre mí y mi estado actual, pero, al parecer había sido mandado para satisfacer la curiosidad de todos, pero este tipo de cosas no podían ser compartidas.

—No me creería si se lo contara —admití desviando la mirada—. Es demasiado complicado todo, que hubiera sido mejor que no hubiera tratado de esta herida.

Fue entonces que el hombre entendió que había algo raro en mí. Ya que se había quedado sin palabras por mucho tiempo, pero al final, decidió hablar.

—Hay que ver. No debería de suponer, soy doctor, y he visto tantas cosas que no me sorprendería nada más.

—Esto sí.

Las miradas entre los dos duraron por varios segundos que fueron eternos. Hasta que el doctor decidió romper esa conexión y darse la vuelta, pero yo no podía dejarlo ir. Ya que con esa mirada que me había dado, un aura extraña me invadió y extrañamente quise seguir hablando con él, pues algo en mí me decía que habría algo beneficioso sí seguía en comunicación con él, pues esa mirada la conocía de un lado.

—Doctor...

Cuando lo llamé, rápidamente dio la vuelta y me miró sorprendido.

—¿Sí?

La sonrisa del doctor era amplia y encantadora que me dejó helada, ante el parecido de esa sonrisa con alguien más. Pero no lo dije a nadie, sólo le hablé.

—Después de esto, ¿podemos seguir en contacto? —pedí con pena—. Quiero saber más de su pueblo. Además, considero que sería prudente, ya que usted aquí vive y es la primera persona la cual le habló en este lugar.

El doctor me miró atento, sin creer lo que decía, que hizo que por un instante creyera que se iba a negar.

—Por supuesto, ya sabes dónde encontrarme, pues, por mi parte, no hay ningún problema. Además, soy tu doctor. Sólo no olvides mi nombre.

—Temo que no se me ha dicho su nombre —dije avergonzada, ya que en realidad no recordaba sí me lo había dicho o no.

—Temo que yo no sé el suyo con precisión, pues nunca me enfocó en ese detalle de mis pacientes, aunque lo bueno es que sé dónde se quedará esta noche.

—¿Me aceptarán en el mismo hotel? —inquirí asombrada, a lo cual él sólo rio.

—No. Ese hotel ya no la quiere, pero le hemos conseguido otro. Usted no se apure en esos detalles, pronto saldrá de aquí y podría retomar energía en el hotel.

Al decir aquello sonreí de forma de agradecimiento, y sin dudar alcé mi mano derecha, para presentarme al hombre.

—Soy Circe Adams, doctor. Muchas gracias.

—Yo soy el doctor Alec.

Entre la magia, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧

1 | αℓαѕ єη¢σηтяα∂αѕ.Where stories live. Discover now