Tengo que subir a mi habitación para ponerme ropa seca. Voy al baño y tomo un par de toallas para ella, pero al instante siento como si algo estuviera deteniéndome. La imagino de pie en la entrada del salón, justo frente a la mesa de centro, intentando mantener el calor de su cuerpo entre toda esa ropa mojada. Con esa expresión de desasosiego reflejada en su rostro y su muñeca herida...

¿Es así como debe sentirse la compasión?

No... No es compasión...

Oh, ¿qué más da?

Supongo que ningún daño hará si le permito usar una muda de ropa mientras la suya está en la secadora...

No tardo más de cinco minutos más en bajar nuevamente. Es extraño darme cuenta de que mis imaginaciones eran ciertas. Yobanashi no ha querido moverse. Su respiración sigue siendo ligeramente agitada. Mira en todas direcciones, como si se sintiera insegura. Como si estuviera buscando algo. Como si, de alguna manera, supiera que no estamos solos aquí... Pero, ¿qué tonterías estoy pensando?

Por supuesto que estamos solos.

—Aquí hay ropa para ti.

Ella me mira con intensidad durante un par de minutos. Siento como si sus ojos ocultaran en sí mismos uno de los mayores secretos de la humanidad. Y eso es... abrumador. Termina por desviar la mirada y toma la muda de ropa seca con su mano buena. Esboza una mueca de dolor al dejar de aplicar presión sobre su mano herida.

—¿Dónde puedo...?

—Sigue por el pasillo. La primera puerta a la derecha. Yo... Prepararé té. —Es así como deben tratarse a las invitadas cuando tus padres no están, ¿no es así? — ¿Te gusta el té?

Qué pregunta tan estúpida.

Ella asiente con timidez.

Eso es timidez, ¿cierto?

—Sí...

—De acuerdo. Toma el tiempo que necesites.

La veo alejándose por el pasillo, hasta encontrar la puerta que le he indicado. Ella me hace sentir como si... como si corriera peligro estando a su lado. Las chicas huelen el miedo, y pueden provocarlo también.

No me queda más que preparar el té. Y en un día tan lluvioso, un poco de ramen sería lo más indicado. Makoto me lo ha dicho en, al menos, cien ocasiones. Y hoy puedo comprobarlo. Soy el peor anfitrión del mundo...

He encontrado ramen instantáneo en los gabinetes. El té ya está calentándose y yo estoy buscando algo con lo que podamos acompañarlo... Extiendo una mano hacia la nevera para sacar al fin la tarta que hasta hace unos segundos estuvo resguardada en ese pequeño y adorable envoltorio.

Mizuki sí que se esmeró... Las fresas sobre la tarta dibujan un pequeño corazón. Y con chocolate derretido ha escrito las palabras: Feliz cumpleaños, Akira. Su caligrafía siempre ha reflejado que ella es una chica adorable. Una chica que pasa toda una tarde horneando una tarta para una persona y que espera impacientemente a saber qué opina esa persona del postre que ella hizo con sus propias manos...

Perdóname, Mizuki.

Vuelvo a la sala llevando en una bandeja las dos tazas de té, la tetera humeante, la tarta y las dos rebanadas que ya he cortado. Esa chica no ha vuelto. ¿Cuánto tiempo puede tardar en cambiar sus ropas? ¿Debería ir a averiguar si necesita algo? ¿Por qué diablos estoy caminando hacia el cuarto de baño? ¿Por qué demonios le pedí que viniera? ¿Por qué no pude quedarme en casa, jugando desde mi ordenador en la calidez y seguridad de mi habitación?

—Oye... ¡Yobanashi! ¿Está todo bien?

Silencio.

No... No del todo. Puedo escuchar un murmullo. Sólo puedo descifrarlo si me coloco cerca de la puerta. Yobanashi está hablando... ¿consigo misma?

REALM OF MYSTERYWhere stories live. Discover now