Esta mañana después del susto de pensar que yo me había casado con Melodie, vomité. Por lo visto lo hice anoche al llegar también. Jamás he llegado al extremo de vomitar. Así que, anoche fue épico. Bueno eso lo dice, mi resacón, para el que me he tomado dos ibuprofenos y llevo bebiendo agua dos horas, que mi futura mujer esté en la cárcel y mi tatuaje. Creo que de aquí salen varios capítulos para un libro.

— Vale, mejor. Quiero aclararlo todo antes de irnos. No quiero que haya dudas, ni ideas raras. ¿No te importa ir solo? — Bryan me devuelve al baño en el que estoy.

— Sin problemas. Bastantes os dimos anoche.

— Lo pasamos genial hermano. Me alegro de haberte encontrado aquí. Y he disfrutado de verte borracho. Es una exclusiva y la tengo yo — se ríe.

Salimos del baño. Me pongo una camisa y me como un bocadillo con bien de grasa, me lo ha pedido Mel. Dice que esto empapa el alcohol y así la resaca me dura menos. Espero no vomitar en la comisaría.

El taxi que tomo huele a rayos, está sucio y el tío me mira raro. Además, me pica el tatuaje un horror. No quiero rascarme, pero ¡Joder! Esto es infernal. ¡En qué hora! Además, verás cuando mi familia lo vea. No sé si se van a reír de mí, si me van a insultar o si van a sorprenderse. Mi hermana Sofi y mis sobrinos, lo adorarán, porque es realmente bonito, pero también se van a reír de mí. Segurísimo. Llegamos a la comisaría, la dirección que me ha mandado Lola. Estoy nervioso. No sé, en qué estado me voy a encontrar a Lola.

Entro y para todo lo que he visto en Las Vegas, este edificio es deprimente. Mal cuidado, poco limpio y mucho personaje esposado. Llego al mostrador y una chica vestida de oficial me saluda.

— Buenos días — me dice en un inglés más chapucero que el mío. Increíble.

— Buenos días. Venía para recoger a Lola Luján.

— Oooh! ¡Lola! — teclea en la pantalla — Si, ¡Lola! — Lo de Lola se le da de lujo decirlo. Pero lo demás... en fin.

— ¿Y? — le azuzo un poco. Necesito que me dé una respuesta. Miro por encima de su cabeza, porque es bastante bajita y veo casi toda la oficina. Hay varias mesas con oficiales, en algunas toman declaraciones, o simplemente miran sus ordenadores. Pero parecen bastante aburridos. Pues como tú antes de conocer a Lola, grandullón. ¡Vaya! Hacía mucho que no te oía consciencia. Digamos que las drogas bloquean mis canales de entrada a tu cerebro. Además, me lo estaba pasando bomba. No quería molestar.

— Si, voy a por los papeles.

— ¿Qué papeles? — esta mujer me está poniendo nervioso. Ni siquiera sé si Lola está aquí. La mujer se da la vuelta y se dirige a una mesa donde un agente, bastante alto y moreno teclea en el ordenador. Escucha a la mujer y se levanta mirándome. Llegan los dos al mostrador y el hombre sale poniéndose frente a mí.

— Buenos días — me saluda en español, tiene acento latino, pero no sabría decir de dónde. Me mira de arriba abajo — Soy el agente Reyes. ¿Viene a recoger a la señorita Luján?

— Así es — respondo fingiendo estar tranquilo.

— Bien tendrá que rellenar algunos papeles y pagar la multa.

— ¿Una multa?

— Sí, una multa. Es lo que tiene saltarse las normas e infringir la ley. Dé gracias, de que esto se solucione con dinero — su tono es seco pero noto que en su cara hay un intento de sonrisa. No tengo claro el porqué de esta, pero ahí está.

— Vale, ¿de cuánto es la multa?

— Bueno por la tenencia ilegal de marihuana serían 2500 dólares y por desacato a la autoridad en estado de embriaguez son otros 2000 dólares. ¿Pagará en efectivo?

Enséñame a volarWhere stories live. Discover now