UNO.

13 2 0
                                    

Meses atrás: 

"— ¡Enciérralo en la sala de máxima seguridad, antes de que se despierte! — gritaba el Dr. Coleman.

— Pero ¿¡qué es esto!? ¿¡cómo... cómo es posible que hayas traído a un pientra!? — grité, quedándome quieta en mi lugar.

— ¡SOLO ABRE LA PUERTA DE SEGURIDAD, ANTES DE QUE SE LE PASE EL EFECTO DEL SEÑUM! — gritó él, cargando el cuerpo del monstruo.

Corrí hacia la sala de máxima seguridad, presionando el botón para abrir la puerta y registrando mi huella dactilar. Vi como el Dr. pasaba rápidamente a mi lado, dejando dentro del cuarto al pientra, estaba agitado y en mi cabeza solo cabían un millón de preguntas.

— Llena los tubos de gas con el señum, haz que este se expulse cada 6 horas, tenemos que mantenerlo sedado pero que siga vivo.

Yo no sabía que decir, de mi boca no salía ninguna palabra, solo asentí, empezando a caminar hacia el laboratorio donde estaba el sedante para hacer lo que me pidió.

Actualidad:

— ¿Sabemos algo del pientra? — preguntó el Dr. Coleman al pasar por el laboratorio.

— Nada aún, parece ser que mientras siga sedado no podremos sacar ninguna muestra de su veneno. — respondió la Dra. Williams.

— No podemos mantenerlo sin sedante, rasguñaría al primero que sienta miedo y eso armaría un completo caos.

Y el Dr. tenía razón, el pientra era un monstruo gigante, de piel oscura, con un aspecto seco y en ella tenía restos de piedra, haciéndole honor a su nombre, sus ojos estaban hundidos, dándoles un aspecto más terrorífico, no tenían dientes, solo dos colmillos que sobresalían y se posaban encima de su labio superior.

Los monstruos solían rasguñar a sus presas, haciendo que su veneno penetrara las heridas abiertas, convirtiéndoles poco a poco en piedra.

Claramente nosotros no sabíamos la sensación de tener ese veneno recorriéndote poco a poco, ni siquiera imaginábamos como se sentiría y en efecto, no se lo deseábamos a nadie.

Fue hasta ese momento, con las palabras de la Dra. Williams, que todo el laboratorio se quedó sin palabras, porque nadie se imaginaba lo que saldría de su boca.

— ¿Y si... intentamos que el pientra rasguñe a alguien...?


CAOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora