Le doy un último trago al café americano antes de terminarlo y dejarlo en el cesto de la basura a mí lado. Mis ojos se dirigen a las caminadoras, algunas modelos que intentan entrar en la industria empezaron ésta semana, pero ninguna de ellas es entrenada por mí. En eso, mí atención se va hacía la puerta cuando veo a Bruno pasar bajo el umbral con un bolso deportivo Nike colgando del hombro, y esa característica sonrisa suya que tuve que aprender a soportar.

Pero todo es sólo de apariencia, porque cuando el chico abre la boca parece un bombón de dulce de leche. 

—¿Ese es el boxeador?—Joan se inclina ligeramente sobre mí oído. Asiento en silencio—No me dijiste que tenía biceps tan grandes. 

Suelto una carcajada. 

—Tranquilo tigre, que tú te vas a casar en unos meses—Mi hermano me da una mirada de molestia. 

—Sabes lo que quiero decir—Frunce el ceño—Un golpe suyo en la cara y sería la perdición de cualquiera.

Sonrió con burla. A veces me pregunto si Joan recuerda que hace unos años atrás, antes de tener algo serio y formal con Cristina, lo ví besándose con otro chico en una fiesta. Tal vez estaba muy ebrio para recordarlo, pero por la forma en la que le metía la lengua hasta la garganta intuyo que le gustó. 

—No te pongas nervioso—Me río entre dientes. 

Joan gruñe, me encanta molestarlo. 

Me levanto de la silla cuando Bruno llega hasta nosotros, lo mismo hace mí hermano. El boxeador me da una mirada simpática antes de volverse al rubio, a quien le recorre el rostro con curiosidad.

—Que bueno que llegaste—Le sonrío—Éste es mí hermano Joan—Los presento. 

Ambos estrechan manos de manera casi automática, eso que hacen los chicos cuando se conocen. 

—No se parecen en nada—Su mirada se desliza de Joan a mí, y viceversa. Gracias por señalar lo obvio, Bruno—Es un gusto—Da un leve asentimiento de cabeza. 

—Lo mismo digo, mí hermana parece encantada de entrenarte—Frunzo el ceño.

Comentario innecesario. 

—¿En serio?—Las cejas de Bruno se alzan en sorpresa—A mí también me gusta que me entrene—Se vuelve hacía mí, justo para ver como uno de sus ojos cae en un guiño coqueto pero fugaz. 

De repente lo entiendo. 

¿Ahora quién molesta a quien? 

—Eres mí primer boxeador, así que entiende mí emoción—Miro de refilón a mí hermano, para ser el mayor de los dos a veces se comporta como todo un niño. 

Entonces, Joan toma su vaso para llevar casi vacío antes alejarse algunos pasos—Es hora de que me vaya, ha sido un gusto Bruno—Repite. El boxeador le sonríe—Te espero en la noche, Dalila.

Estoy emocionada, no puedo esperar a ver el restaurante después de la remodelación. 

—Ahí estaré, ¿Tengo que presentarme en la entrada?—Medio grito cuando ya está muy cerca de la salida. Él asiente. 

Esclava del PecadoWhere stories live. Discover now