El trauma del zorro

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"Que hable ahora o calle para siempre".

Capítulo 2:

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Lagunas de sol colándose entre el delicado encaje de las cortinas. En la terraza un elegante balcón y una mesita para leer el periódico por las mañanas. Por el jardín algunos hombres podan frondosos árboles verdes en graciosas formas ovaladas y circulares, hasta dejarlos pareciendo enormes limones. Unos cuantos pájaros se bañan y acicalan en el agua fresca de la fuente, soltando unos encantadores cantos. Y en la habitación principal: Eren Jaeger bebe de una costosa botella de vino.

Su cuerpo hundido hasta el cuello en el agua tibia de la bañera.

Él desearía que fuera algo más fuerte, pero esa botella fue lo mejor que consiguió de la mucama de antes.

"—Solo tenemos vino o champán —había dicho", y Dios sabe que Eren no podía beber un sorbo más champán luego de la recepción del día anterior sin terminar vomitando.

Así que tomó lo que se le ofrecía y se deshizo el nudo de la bata antes de meterse al agua tibia, hundiendo todo el cuerpo salvo la cabeza y los brazos.

Miró las baldosas frente a él, perfectamente limpias, relucientes, tanto que podía ver su rostro reflejándose de una manera nublada, como si alguien hubiera dado un brochazo descuidado a sus facciones.

Todo lo que veía en ese reflejo era a un extraño y solitario ser que se deshacía, tal vez, en eso estaba convertido.

En la sombra de él mismo.

Aventó espuma a la pared para cubrir su reflejo.

Y tiró su cabeza hacia atrás con un gesto brusco y cansado.

Miro hacia el techo. Un blanco puro.

Se le escapó una risa burlona al recordar que de sus amigos era él siempre el primero en decir que nunca contraería matrimonio, en afirmar que se sumaría a esa nueva generación de pocos matrimonios y muchas libertades. Un omega libre, moderno e independiente.

Pura basura.

Mírenlo ahí, un día después de su boda, encerrado en el baño bebiendo vino como una esposa americana que está tan cansada de su esposo infiel y endeudado.

Si, oficialmente era un omega casado más para sumarse a las estadísticas anuales.

Tiene esposo y Dios santo ¿Por qué tenía que sonar eso tan ridículo?

Cuando pensó en eso —que de joven se burlaba de los que se casaban—, recordó también, de manera instantánea, las palabras que su padre le dijo el día anterior, a unos cuantos minutos de empezar la ceremonia. Repletas de una crueldad natural. Pronunciadas justo antes de que le sacara del brazo, obligándolo a avanzar, cuando Eren estuvo tentado a dar la vuelta y abandonar el lugar.

Había dicho: "—Tienes que hacerte cargo de tus errores, por supuesto, ya no eres un niño, eso lo has demostrado más que bien —mientras le apretaba el brazo, como si temiera que saliera corriendo en el primer descuidó. —No olvides que todo esto te lo buscaste tú mismo, Eren. Te arruinaste y estas son las consecuencias. No me mires así. No hay nadie más a quien culpar. Así que asume tu responsabilidad y no huyas".

Huir.

Esa palabra le había molestado lo suficiente para hacerle avanzar al altar. Él no era ningún cobarde. No iba a quedarse paralizado viendo como todo le sobrepasaba. Había tomado una decisión y no necesitaba que nadie se la recordara, menos alguien como su padre.

El perfume de las mariposasМесто, где живут истории. Откройте их для себя