— Vaya, menuda mierda pastelosa acabas de soltar por la boca — Alfonso habla desde su bordería habitual, mientras se ríe burlón. Sé que está jodido con lo de Rebeca. — Di que te pone cachondo como un mandril y listo. Te habríamos entendido igual.

— Alfonso — Carlos le da una colleja — eres un insensible de mierda.

— Yo pensé que ella y tú, teníais algo — Miro a Enzo, quiero quitarme la duda, porque no he sido capaz de hablar de él con Lola.

— ¿Conmigo? Nooo — hace aspavientos con las manos como si estuviese sorprendido de verdad — El día que la conocí en la discoteca, si te digo que no me la quería tirar, te mentiría. Está cañón, y estaba borracha. Pero cuando te vi con ella en la cocina, no sé, noté algo en el ambiente...

— ¡Iros a la mierda! Otro moñas — Alfonso se da la vuelta y sale de la cocina con un pastel en la mano.

— Pasa de él — mi sobrino continúa hablándome — Tío, al día siguiente Eros me dijo que Lola curraba contigo y que le dijo que estabas buenísimo. Que menudo culo te hacía el chándal. Le preguntó si tenías novia y todo. Después, cuando vino a vivir aquí, nos hicimos inseparables. Alguien tenía que ser su amigo de juergas. Y la verdad es que me cae de puta madre. Es una tía genial. Pero Lola lleva colgada de ti desde ese día. Y a mí no me lo ha ocultado nunca. Ni a Eros, pero ella también creía que tú la veías como una cría, como a nosotros y que jamás querrías nada con ella.

— Sois un par de pringaos. ¿Nos vamos con el postre? Nos van a matar ahí fuera — Carlos pone punto y final a esta conversación

Ahora visto desde fuera, Enzo tenía razón. Las señales fueron muy claras, pero no las vi. Por eso ahora quiero recuperar el tiempo perdido. Quiero demostrarle a Lola que somos perfectos el uno para el otro. Y ver como fluyen las cosas entre nosotros.

— ¿Qué hotel tenemos? — Felipe que vuelve a ser nuestro tercer piloto se dirige a mí.

— Pues es el Meliá creo recordar.

— Buah — Felipe silva mirando a Lola — Un hotel de cinco estrellas, preciosa. Si quieres te enseño las vistas. — le levanta ambas cejas a la vez.

— ¿No lo pillaste en Hawái y tengo que repetírtelo? — Lola se pone con los brazos en jarras — Contigo no me asomaría ni a la ventanilla del avión. Olvídame ¿Quieres?

Lola me agarra del brazo y salimos los tres de la cabina. Vamos hasta la pasarela, pasamos y nos dirigimos a la salida del aeropuerto. Hay un microbús esperándonos a toda la tripulación para llevarnos al hotel.

Llegamos al hotel y la verdad es que es una pasada. El edificio en sí es una locura. Dos torres brillantes unidas por la parte baja de los edificios, haciendo como unas ondas. ¡Un flipe de la leche! Lola va a mi lado todo el rato hablando con algunos azafatos. Todos están absortos en lo que tenemos delante. En la recepción, unos chicos muy majos, nos distribuyen las llaves de las habitaciones que nos han tocado. Todos se disponen a distribuirse por las habitaciones cuando yo voy a la recepción. En este viaje me he dejado una pasta, pero creo que lo va a valer. Miro el reloj, son las doce de la mañana aquí y en España son las 10 de la mañana. Perfecto para llamar a mi madre. Le haré una videollamada a Enzo, porque quiero estar el resto del tiempo sin localizar. Este viaje es para Lola y para mí. Juntos. Ya me entiendes. Te acabo de levantar ambas cejas a modo pícaro. La recepcionista, una chica realmente agradable me mira sonriente.

— ¿Qué desea, caballero? — me habla en un inglés muy formal. Pero yo lo entiendo y lo hablo perfectamente.

— Tengo una reserva a nombre de Javier González de Martín — la chica teclea en el ordenador.

Enséñame a volarWhere stories live. Discover now