Lola apoya su cabeza contra mi pecho y se la tapa con una mano. Con la otra se abraza a mi cintura. Yo la atraigo más hacia mí, más por necesidad mía.

— Con vosotros dos ya hablaré. — los señalo a los dos.

Me giro y sujetando a Lola con una mano y con la otra sus zapatos y su bolso, nos dirigimos al coche. La ayudo a meterse en el coche y cierro la puerta del copiloto. Tiro el bolso y los zapatos al asiento trasero y me meto en el asiento del piloto. Me pongo el cinturón y miro a Lola. Ella no se ha movido, solo solloza y se limpia la cara.

— Deja de darte con la mano en la cara, estás estropeándolo mucho más — mi tono es duro, pero es que no entiendo que ha pasado esta noche. Ni los enfados de mis sobrinos. Ellos están cabreados conmigo y han hecho que yo también me cabree — Y ponte el cinturón, anda.

Lola comienza a ponerse el cinturón despacio. Lo intenta encajar en su ranura, pero no puede.

— ¡Mierda! ¡MIERDA! ¿Es que... nada me va a... a... salir bien esh... ta noche? —lo dice de manera torpe, entre hipidos, sollozos y arrastrando las palabras. ¡Vaya pedo que lleva la colega! Como diría mi sobrina Lucía.

Le sujeto la mano que sostiene el cinturón y se lo coloco yo. Lo cierro y la miro sin perder esta postura. Acaricio su cara con mi mano y la acuno.

— ¿Qué te ha pasado Lola? — Quiero saberlo. De verdad que quiero. Es más, necesito saberlo. Entenderla.

— Nada — agacha la cabeza de nuevo mirándose el regazo. — Vámonos a casa, por favor.

Arranco el coche, pongo música y nos vamos de aquí. Lola baja la ventanilla del coche. Ya estamos casi llegando, vamos por la carretera secundaria que suelo coger para entrar a mi casa sin pasar por el pueblo.

— ¡Para el coche! — Lola lo grita de repente en medio de la nada. La miro y tiene la cara muy blanca y se tapa la boca.

Paro el coche, Lola se quita el cinturón y se baja corriendo. Se dobla por la mitad y se pone a vomitar. Le sujeto de la cabeza y le aparto el pelo. Cuando creo que ya ha pasado todo Lola se mueve inquieta de nuevo y apartándose vuelve a vomitar.

— La madre que te parió Lolita. ¡Te dije que no bebieses! — le recrimino.

— ¡No eres mi padre, Javier! — me empuja y se aparta bruscamente de mí.

— Lola, no te pongas a la defensiva. Es que desde que te conozco, siempre que bebes, lo haces hasta perder el conocimiento. Esta noche...

— ¡He hecho el ridículo! — me corta entre gritos — lo sé, no hace falta que me lo digas. Siento haberte hecho pasar vergüenza en esa discoteca. ¡Pero esto — nos señala alternativamente a los dos — ¡Es tu puta culpa!

— ¿De qué cojones hablas Lola? — va a gritar más, la veo venir y la paro levantando una mano — ¡Se acabó! Ya lo hablaremos en casa — levanto bastante la voz, pero ya todo me da igual. Estoy muy cabreado — Monta en el maldito coche y ten la boquita cerrada hasta casa.

— No quiero ir a casa. No contigo — se cruza de brazos y pone cara de enfado.

— ¡No me jodas Lola! Eres una cría, mont...

— ¡Sí, soy una cría! — Grita sin dejarme terminar de hablar. Esto me está poniendo muy nervioso. Yo no quería acabar así la noche. Ella solloza de nuevo — Soy una cría, siempre lo he sido ¿Verdad? Porque solo tengo 25 años. ¿No es así? — lo dice muy alteradas entre más gritos.

Le agarro del brazo y la meto en el coche a la fuerza — Lola, deja de resistirte, te vas a hacer daño, vas descalza. Esto lo hablaremos en casa, ahora vas borracha y te estás comportando como si tuvieses diez años en lugar de veinticinco — Le pongo el cinturón, cierro la puerta, me monto y arranco de nuevo. Llagamos a casa por fin. Meto el coche en el garaje y salgo. Lola se queda dentro, rodeo el coche y le abro la puerta. Lola me mira con esos ojos tristes, tan tristes que algo se muere dentro de mí.

Enséñame a volarWhere stories live. Discover now