Me bajo del coche y me dirijo a la puerta de una discoteca.

— ¡Javi! —La voz de mi sobrino Eros me detiene. Miro a la derecha y ahí están todos. Sheila, Gabriel, Fernando, el compañero de piso de Eros que no sé cómo se llama, Eros, Enzo y Lola. Lola está abrazada a Enzo, quién le acaricia suavemente el pelo, una punzada de celos sube por mi cuerpo y se instala en mi pecho. Es insano, es mi sobrino, pero siempre he pensado que entre ellos hay algo. Y ahora mismo esa imagen y esa idea vuelven a resurgir. Y me mata. Me dirijo hacia ellos.

Enzo le susurra algo a Lola, ella se separa un poco de él y mira en mi dirección. Nuestros ojos conectan, como siempre que nos miramos. Diría que está preciosa, pero sería mentir. Está hecha un cuadro, la pobre. Lleva ese vestido plateado, que cuando se lo he visto en mi salón, casi me caigo de culo. Atado al cuello y cuelga en una caída libre hasta su ombligo tapando solo los pechos y seguro que al bailar o moverse, cualquiera puede vérselos. Pero estaba preciosa. La zona de la falda es ajustada, también plateada y le queda el largo justo para taparle los cachetes del culo. Vamos que es un cinturón ancho. Se ha vestido para matar. Está clarísimo, iba a por todas. Iba a por todas con cualquiera, ella misma me lo ha dicho antes. Ahora va descalza, el vestido está intacto, pero su cara está desfigurada, los churretones negros del rímel están por toda su cara y es que se ha maquillado a lo Amy Winehouse. Los ojos los tiene rojos, no sé si de la moña que lleva o de haber estado llorando. El pelo lo tiene alborotado y enredado. Parece una leona. Con lo precioso que lo tiene. Tan brillante siempre. Se queda mirándome seriamente y mi cuerpo se para. Me quedo anclado al suelo mirándola de los pies a la cabeza.

— Grandullón — se sorbe la nariz y se pasa las manos por la cara y el pelo, creo que intenta quitarse el rímel de la cara, pero lo está empeorando — Has venido — noto una enorme inseguridad en su tono. Y Lola es de todo menos insegura.

He venido, sí, claro que he venido.

— ¡Claro que ha venido estúpida! — su amiga Marta la grita por detrás —Tonta, que no eres más tonta porque no puedes — Le suelta una colleja y Enzo la agarra del brazo para que la deje en paz.

Lola sale corriendo hacia mí y cuando creo que se va a lanzar a mis brazos se tropieza, a saber con qué, y se cae al suelo. Cae de rodillas y apoya las manos en el suelo. Me agacho rápidamente para sujetarla y noto que empieza a temblar. Me agacho más para mirar su cara y está sollozando. La levanto un poco y la miro bien.

— ¿Estás bien? — me mira y llora más aún.

— Soy una patética Javi.

— No digas eso — Le quito las lágrimas de la cara y el Picasso que hay en su cara se hace más grande. Madre mía. Ella ahora sí, se lanza a mis brazos. La abrazo fuerte contra mí. Me besa el cuello con pequeños besitos, que bajan corrientes hacia mi entrepierna. Esa que no entiende que esta situación es una mierda para ponerse así. — Vámonos a casa anda.

La levanto del suelo, me separo y la miro. Se ha hecho sangre en las rodillas, le van a salir unas costras feísimas. La sujeto y Eros se dirige a nosotros. Me da, de mala manera los zapatos y el bolso de Lola.

— ¡Sois dos putos retrasados! ¡Los dos! — mira a Lola y luego a mí — La que has liado — su mirada es dura y desafiante.

— ¿Yo? Pero si yo no he hecho nada. — le digo

— ¡Pues por eso! Esa es tu parte de culpa en esta situación, que no haces nada. Pareces un niño de diez años. Serías incapaz de hacer nada, aunque tu vida dependiera de ello.

— Llévala a casa y habla con ella, joder. — Enzo se acerca a nosotros y también me habla de malas formas. Están enfadados. — Dos putos meses tío. ¡Dos putos meses! — esto lo dice casi gritando y haciendo aspavientos con las manos.

Enséñame a volarTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon