《Toby •1•》

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Estaba acostado encima de la tabla de surf mientras el mar se mecía con
suavidad a mi alrededor. Aquel día el agua cristalina parecía contenida dentro de una piscina infinita; no había olas, ni viento ni ruido. Podía oír mi propia respiración calmada y el chapoteo cada vez que hundía los brazos, hasta que dejé de hacerlo y tan solo permanecí allí, sin moverme, con la mirada clavada en el horizonte.

Podría decir que estaba esperando a que el tiempo cambiase para poder
pillar una buena ola, pero sabía perfectamente que ese día no habría ninguna.

O que pasaba el rato, algo que hacía a menudo. Pero recuerdo que lo que de
verdad estaba haciendo era pensar. Sí, pensar en mi vida, en que tenía la sensación de haber alcanzado todas las metas y de haber ido cumpliendo un
sueño tras otro. «Soy feliz», me dije. Y creo que fue el tono que resonó en mi
cabeza, esa leve interrogación, lo que de repente me hizo fruncir el ceño, sin
apartar la vista de la superficie ondulante. «¿Soy feliz?», cuestioné. No me gustó esa duda que pareció agitarse en mi cabeza, viva y reclamando mi
atención.

Cerré los ojos antes de zambullirme en el mar.

Después, con la tabla de surf cargada bajo el brazo, regresé a casa
caminando descalzo por la arena de la playa y el sendero plagado de malas
hierbas. Abrí la puerta de un empujón, porque siempre estaba atascada por
culpa de la humedad, dejé la tabla en la terraza trasera y entré. Coloqué una
toalla doblada encima de la silla y no me vestí para sentarme delante de mi
escritorio, que ocupaba todo un lado del salón y era caótico. Al menos, para
cualquier persona cuerda. Para mí, era el orden en su máxima expresión.

Papeles repletos de notas, otros con pruebas descartadas y el resto con trazos sin sentido. A la derecha, tenía un espacio más despejado, con bolígrafos, lápices, pinturas; encima, un calendario con varios tachones en el que marcaba los plazos de entrega y, al otro lado, mi ordenador.
Repasé el trabajo acumulado y contesté un par de correos antes de
decidir continuar con el proyecto que tenía entre manos, un folleto turístico de Gold Coast. Era básico, con una ilustración de una playa y olas de líneas
curvas bajo las que surfeaban algunas sombras con poco detalle. Justo el tipo
de encargo que más disfrutaba: sencillo, rápido de hacer y bien pagado y explicado. Nada de «improvisa» o «queremos tener en cuenta tus
sugerencias», sino un simple «dibuja una puta playa».

Pasado un rato, me preparé un sándwich con los pocos ingredientes que quedaban en la heladera y me serví el segundo café del día, sin azúcar y frío.

Estaba a punto de llevarme la taza a los labios cuando llamaron a la puerta.

No era muy dado a recibir visitas inesperadas, así que dejé el café sobre la encimera de la cocina con el ceño fruncido.

Puede que, si en ese momento hubiese sabido todo lo que arrastrarían ese
par de golpes, me hubiese negado a abrir. ¿A quién quiero engañar? Jamás
podría haberle dado la espalda. Y habría ocurrido, de todos modos. Antes.
Después. ¿Qué más da? Tenía la sensación de que, desde el principio, fue como jugar a la ruleta rusa con todas las balas cargadas; estaba destinado a que alguna me atravesase el corazón.

Todavía sostenía el marco de la puerta en la mano cuando supe que
aquello no era una visita de cortesía.

Me aparté para dejar que Timothy,
taciturno y serio, entrase en casa. Lo seguí a la cocina preguntándole qué había ocurrido. Él ignoró el café y abrió el armario alto en el que guardaba las
bebidas para coger una botella de brandy.

—No está mal para ser un martes por la mañana —dije.
—Tengo un jodido problema.

Esperé sin decir nada, aún vestido solo con el bañador que me había
puesto al despertar. Timothy llevaba pantalón largo y una camisa a cuadros metida por dentro; el tipo de ropa que juró que jamás se pondría.

—No sé qué voy a hacer, no dejo de pensar alternativas, pero las he
agotado todas y creo…, creo que te voy a necesitar.

Eso captó mi atención; principalmente porque Timothy nunca pedía favores, ni siquiera a mí, que era su mejor amigo desde antes de que aprendiese a andar en bicicleta. No lo hizo cuando vivió el peor momento de su vida y rechazó casi toda la ayuda que le ofrecí, no sé si por orgullo, porque pensaba que era una molestia o porque quería demostrarse a sí mismo que podía hacerse cargo de la situación, por difícil que fuese.

Quizá por eso, no titubeé:
—Sabes que haré cualquier cosa que necesites.

Tim terminó de un trago la bebida, dejó el vaso dentro del fregadero
y se quedó ahí, con las manos apoyadas a ambos lados.

—Me han destinado a Sídney. Es algo temporal.
—¿Qué mierda…? —abrí los ojos.
—Tres semanas al mes durante un año. Quieren que me encargue de supervisar la nueva sucursal que van a abrir y que vuelva cuando todo se
estabilice. Me gustaría poder rechazar la oferta, pero, joder, me doblan el
sueldo, Axel. Y ahora lo necesito. Por ella. Por todo.

Lo vi pasarse una mano por el pelo, nervioso.

—Un año no es tanto tiempo… —dije.
—No puedo llevármela. No puedo.
—¿Qué significa eso?

No nos engañemos, conocía muy bien las implicaciones que escondía
aquel «no puedo llevármela» y se me secó la boca en respuesta porque sabía
que no podía negarme, no cuando ellos eran dos de las personas que más
quería en el mundo. Mi familia. No la que te toca, de esa iba bien servido,
sino la que eliges.

—Sé que lo que te estoy pidiendo es un sacrificio para ti. —Sí que lo era
—. Pero es la única solución. No puedo llevármela a Sídney ahora que ya ha
empezado el curso, después de que perdiese el anterior, no puedo arrancarla en este momento de todo lo que conoce, vosotros sois lo único que nos queda, y serían demasiados cambios. Dejarla sola tampoco es una opción; tiene ansiedad y pesadillas, y no está…, no está bien; necesito que Nat vuelva a «ser ella» antes de que se vaya a la universidad este próximo año.
Me froté la nuca mientras imitaba los movimientos que Oliver había hecho minutos antes y abría el armario para sacar la botella de brandy. El trago me calentó la garganta.

—¿Cuándo te marchas? —pregunté.
—En un par de semanas.
—No jodas, Timothy.

||Everything we never were|| Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα