PRÓLOGO

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El auto en el que se conducía se detuvo frente a una casa. "Son dos empresarios", le dijeron, "el hijo está fuera de casa y tenemos el perímetro estudiado". Sabía que no iban a proporcionarle más datos por lo que entró por la parte trasera de la casa, esa donde los arbustos coincidían con el pequeño bosque y se escabulló. Llevaba su máscara de diablillo rojo ajustada, no podía cometer ningún error. Su arma cargada y las provisiones en su cinturón le recordaban lo que estaba a punto de hacer.

Logró burlar la seguridad y en pocos minutos se encontraba dentro, recordaba el mapa que le habían mostrado días antes y en el carro previo a que la misión iniciara.

Al llegar a la sala principal, se encontró con una chica que llevaba unas tazas, la miró y se colocó un dedo sobre la boca, indicando que guardara silencio. La chica asintió mientras corría en dirección contraria del chico y derramaba el contenido de las tazas.

Caminó hacia una puerta de madera, el estudio. Se acercó, escuchó la voz de un hombre y una mujer discutiendo. Cuando el alboroto cesó, los pasos de alguien acercándose podían ser oídos, la puerta del estudio se abrió revelando a una mujer que no tuvo tiempo de gritar por ayuda, una bala fue disparada directo a su frente, matándola al instante.

Sin más, ingresó al estudio cerrando la puerta tras él, mientras escuchaba como el hombre revolvía entre los cajones para encontrar su arma. Sintió una bala rozando su brazo, eso significaba que debía lavar su uniforme y tenía clases el siguiente día. Giró su rostro y observó al hombre frente a él, apuntándole.

- ¿Quién eres? - el temblor de su voz delataba su miedo.

-Podría decir que tu peor pesadilla, pero es muy cliché- bufó

El hombre seguía apuntando, pero con una patada rápida Soobin logró lanzar el arma al suelo. La pelea había iniciado y Lee Sunhyun no estaba dispuesto a perder, tampoco lo estaba el chico.

Aún con su arma, el menor peleaba con el hombre, algo dentro de él se sentía mal al ver a sus víctimas luchar, eso solo lo hacía más doloroso, dejándolo con remordimiento. Una distracción corta y la bala había atravesado el pecho del hombre, otra bala en la cabeza y el señor Lee estaba muerto.

Con el mismo sigilo con el que entró al lugar, logró salir de la casa, podía escuchar el revuelo que se había armado luego que uno de los empleados encontrara el cuerpo de los Lee. El menor se sentía culpable, se había asegurado de asesinar a la chica que lo había visto, no había testigos, tal como siempre se lo recordaban.

Al terminar la misión lo llevaron al lugar que llamaban la base, era un edificio muy lujoso que funcionaba como una la sede principal de una gran cadena de bares; todos habían escuchado de la empresa Yook y de los secretos que guardaba, muchos pensaban que solo era una fachada y no estaban equivocados.

Luego de pasar la recepción y subir varios pisos en el ascensor, llegó hasta la sala principal del último piso, ahí donde podía lavarse toda la sangre y cambiar su ropa. El lugar donde quitaba su máscara.

-Buen trabajo- le dijo su jefe que recién entraba por la gran puerta negra.

-Gracias, señor- le contestó.

-Soobin, te he dicho que no me digas señor. Soy Kyungjin para ti

-Lo siento, Kyungjin- respondió.

El hombre se sentó en el gran sillón de cuero negro que estaba a algunos pasos de la puerta, encendió un cigarrillo, le dio una calada y sonrió. Observó cómo el chico se lavaba las manos en un gran lavabo de marfil blanco que tenía a un lado de la gran oficina, notó como Soobin se detuvo en seco y lo miró.

-¿Sucede algo?- preguntó Kyungjin

-Yo- el chico se detuvo – Necesito cambiarme

-Puedes hacerlo, ahí- señaló un pequeño espacio junto al lavabo, solo lo separaba una pequeña cortina dobladiza.

El chico asintió, tomó su ropa y comenzó a cambiarse con algo de incomodidad, sabiendo que la cortina de madera no era lo suficientemente gruesa por el decorado blanco de flores que poseía. Aun así, trató de cambiarse lo más rápido que pudo y salió.

-Gracias por todo, Kyungjin, debo irme.

Soobin hizo una reverencia y caminó hasta la puerta negra. Saludó al hombre de la entrada y le entregó su máscara y el arma.

-Cuídate, Soobin- fue lo único que dijo Kyungjin

Finalmente salió del gran edificio, tenía el uniforme de una academia de taekwondo y una pequeña maleta donde metía su uniforme escolar. Sacó su móvil y conectó sus audífonos para poder escuchar música y olvidarse de lo que acababa de hacer. Subió a un autobús, mirando por la ventana mientras recordaba la cara de terror de todas las personas que acababa de asesinar.

De pronto pudo tranquilizarse, dos paradas posteriores, un chico de cabello negro y la chaqueta del equipo de basketball del colegio al que iba se subió. Observó su rostro cansado y el sudor que todavía quedaba por la práctica. Sabía que el chico no tenía necesidad de andar en autobús, pero aun así lo hacía y le parecía la cosa más interesante del planeta.

Al final tuvo que bajarse y mirar al chico de reojo por última vez. Caminó con cansancio hasta su casa, se quitó los audífonos y se puso las pantuflas. Caminó hasta la sala y vio la televisión encendida con un videojuego pausado. Su mamá estaba en el trabajo, podía saberlo ya que no notó sus zapatos en la entrada.

-¡Kai!- gritó Soobin -Estoy en casa.

-Y yo en el baño- gritó el chico.

Soobin sonrió y dejó sus cosas en una mesita junto al sillón. Caminó hasta la cocina y tomó un vaso de agua. Por un momento la cocina cambió y solo vio el cuerpo de la mujer cayendo al piso luego de haberle disparado en la frente; la cara de ansiedad y terror del señor Lee, y el rostro de la pobre sirvienta que podía testificar contra él. Se despabiló luego de sentir algo blando rebotar en su rostro y dando en el vaso con agua que tenía en la mano.

-Te preguntaba cómo te había ido, idiota- dijo su hermano menor.

-Me fue bien, Kai- sonrió.

Kai era su hermano, dos años menor que él, pero una completa bola de hiperactividad y molestia. Kai pasaba la mayor parte del tiempo con Soobin, eran inseparables. Luego de la muerte de su padre cuando tenían 11 y 9 respectivamente, Soobin se prometió proteger a su hermanito a toda costa. Kai era un chico delgado, con el cabello un poco rizado, a pesar de tener 14 años, ya tenía la cara un poco alargada lo que le daba un aspecto un poco más maduro.

Soobin se sentó junto a su hermano, quien le entregó un control para jugar. A veces miraba a Kai y esperaba muy en el fondo que su hermano jamás tomara las malas decisiones que él hizo. Esperaba que Kai tuviera un futuro brillante, lleno de oportunidades y, por sobre todo, libre. 

High School SweetheartsWhere stories live. Discover now