-Si, bueno... eso es lo que me gustaría. -Contestó Brooke con cierta torpeza, aun sin poder apartar los ojos de él. Ella misma le había comentado hace unos días, en una de sus cortas charlas nocturnas, que ese había sido su sueño desde hace un tiempo pero ni si quiera creía que fuese a recordarlo, ni si quiera pensó que le importara demasiado.

Paul entonces habló de que lo que a él le gustaría hacer realmente es irse a vivir a un sitio al lado del mar, trabajar de lo que fuese y simplemente tener una vida normal y sin demasiadas precauciones, con Ezra a su lado. Cory comentó cómo, siguiendo los mismos pasos que su padre, le gustaría dedicarse a la construcción; la sola idea de crear algo de la nada le fascinaba y había crecido viendo las obras de su padre lo que siempre le había motivado.

Y así entonces, los cuatro, comenzaron a hablar de su futuro y de las cosas que les gustaría lograr, entre risas, respuestas largas y sinceras. Y durante un instante pareció como si nada de lo anterior hubiera ocurrido, como si sus vidas fuera normales, como si tan solo fueran cuatro amigos hablando de esos sueños que aunque quizás no llegaran a cumplir, los mantenía con la esperanza de conseguirlo. Durante ese rato creyeron que el futuro sería brillante para todos ellos.

* * *

El sábado Cory se despertó de nuevo a lado de Brooke y la observó durante unos instantes mientras esta con el rostro relajado, seguía durmiendo. Se había acostumbrado a ser su cara lo primero que veía nada más abrir los ojos. Después de unos segundos, se levantó, echando una última mirada a la chica y preguntándose como sería si al despertarse, ella lo encontrase allí. Él siempre se iba antes, aun cuando quedaba una media hora para que comenzara a amanecer y se preguntó que pasaría si se quedara, si esperaba a que ella despertara, le viera allí, quizás le sonreiría y le susurraría un buenos días. Se maldijo a si mismo por lo mucho que le apetecía aquello y se maldijo aun más cuando a pesar de todo, recogió sus cosas y salió por la puerta, mirándola una última vez.

Aaron se despertó, cansado por haberse acostado la noche anterior demasiado tarde. Al cruzar el pasillo de su casa, vio la puerta del cuarto de sus hermanas abierta y entró al ver como Lizie, la más joven de todas, se encontraba destapada, sumida en un profundo sueño.

Se acercó a la pequeña, que sólo tenía seis años, y la arropó bien con la manta, intentando así protegerla del frío de la noche, deseando que con esa simple manta pudiera protegerla también de todo lo demás.  Acto seguido, le dio un beso en la frente y salió por la puerta, no sin antes echar un último vistazo a la habitación; era enana pero aún así se habían apañado para que durmieran las cuatro juntas pero no lo tenían tan mal; había niñas en su barrio con la misma edad que ellas que ya habían tenido que pasar por cosas horribles. Y aun así, se juró a si mismo que lucharía todo lo posible por dar la mejor vida posible a esas cuatro pequeñas que dormían plácidamente, aun ajenas a lo injusta y dura que era la vida.

Paul, como cada sábado, se despertó pronto. Apenas había podido dormir. Se metió a la ducha, se puso la mejor ropa que tenía, se echó casi todo el perfume que le quedaba en su pequeño frasco y con los nervios de quien acude a una primera cita, se dirigió hacía el centro penitenciario. Inició el mismo recorrido que siempre: saludó a la mujer, le acompañó a la sala de visitas y cogió el teléfono en cuanto vio a Ezra, tras el cristal, tan guapo como siempre, rompiéndole una vez más el corazón. En un principio le preocupó pero Paul ahora se daba cuenta de que aun después de un año separados, sus sentimientos hacía él no habían cambiado; sino, se habían hecho más grandes, mucho más fuertes y sentían que así iba a ser durante el resto de su vida. Hablaron un poco de todo; ambos se mintieron al decirse que estaban bien pero no lo hicieron cuando se dijeron lo mucho que se querían, la falta que le hacía el uno al otro. Paul le habló de las cosas que habían pasado esa semana, al menos de las que podía y Ezra, como siempre, escuchaba todo con una sonrisa, deseando de una manera dolorosa poder vivirlo con ellos, poder ser participe de todas esas conversaciones y vivencias que sus amigos estaban teniendo sin él.

ALIADOS. (CORRIGIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora