—Pudiste elegir entre él y yo —le habló al crucifijo que tenía sobre la cama—, y lo elegiste a él. Yo era la conflictiva. Yo era la rebelde, la mala hija, la mala hermana, la mala madre... yo. Pero te lo llevaste a él.

<<Joe>>.

—Joe —Agnes habló entre sueños y, al abrir los ojos, descubrió que estaba en su monoambiente. El calendario en la pared ponía 1927 en lugar de 1919 y en el aparador estaba el portarretratos con la foto.

Se sentó en la cama y fue allí que se percató de que tenía el gabán de Thomas Shelby puesto. Había adoptado la costumbre de dormir con él, pues era más abrigado que cualquiera de sus mantas y la colonia le servía de soporífero. Le inspiraba cierta sensación de tranquilidad y cuando se despertaba tenía la esperanza de que aquella noche volvería a verlo.

Pero Tommy hacía dos semanas que no se aparecía por Château Chérie y el perfume en el paño de su abrigo comenzaba a disiparse, al igual que las esperanzas de Agnes. Él no estaba atado a ella y no le debía nada; no eran nada más que prostituta y cliente. Quizás él se había aburrido de ella y se había enamorado de una mujer digna de ser su esposa. Quizás hubiese encontrado otro burdel más interesante, con putas menos melancólicas que ella.

Quizás había muerto.

<<No...>>

Agnes se quitó el gabán y puso a calentar agua para darse un baño. Mientras esperaba, se desnudó y en el pequeño espejo observó las magulladuras de la noche anterior. Tenía marcas de incisivos en ambos pechos y moretones azulados en las posaderas. Últimamente, Lord Holmes iba todos los días y estaba cada vez peor: siempre la solicitaba a ella primero y luego a Lily, y con ambas era violento. Si bien nunca había sido de los clientes pacíficos y siempre se había caracterizado por dar azotes, hasta entonces jamás los había dado con tanta fuerza.

Candy había aceptado los golpes y había fingido que le gustaban, incluso con lágrimas en los ojos, pues era eso lo que debía de hacer. Honey, sin embargo, se enfrentó a él en varias oportunidades y fue cuando intentó ahorcarla por demasiado tiempo que ella enfrentó a Colette.

Como era de esperarse, Colette no hizo nada al respecto si no que, por el contrario, le consiguió a Holmes una fusta para caballos, que él utilizó encantado en ambas.

Había sido la noche anterior que Holmes había azotado a Candy con la fusta y en el momento que se disponía a hacerlo con ella acostada sobre sus piernas, él había hablado:

—¿Sabías que al señor Shelby le gustan mucho los caballos?

En ese momento, Candy se paralizó. No entendía por qué traía a Tommy a colación.

—No, no lo sabía —mintió.

—Ahora lo sabes —dijo Holmes y, aunque Candy no lo estaba viendo, supo que sonreía—. La próxima vez que venga a follarte, puedes pedirle la fusta a Colette. Quizás le guste la idea. —El cuero hendió el aire y restalló contra la piel de la nalga izquierda de Candy. Ella lloriqueó—. ¿Sabías que es gitano?

Candy no supo si lo que Holmes le decía era verdad o no.

—Tampoco lo sabía —en esa ocasión, fue sincera.

—Un gitano de mierda en el Parlamento, ¿qué te parece? —Otra vez, un azote. Candy se mordió la lengua sin querer por el impacto—. Hay que reconocerle el mérito, al menos. Nació rodeado de mierda de caballo y ahora ocupa una silla en Westminster. ¿No te causa curiosidad saber cómo ascendió? —Holmes esperó por su respuesta.

—Sé que es un empresario exitoso pero nada más... —Candy cerró los ojos sabiendo lo que se venía.

Otro azote.

𝐵𝑟𝑜𝑘𝑒𝑛 𝐵𝑒𝑎𝑢𝑡𝑦 | Tommy ShelbyWhere stories live. Discover now