Aquí puedo llegar más alto.

—¿Cómo va eso de los clientes?—Vuelve a cambiar de tema. Tiene eso de ir pasando de conversación en conversación sin aviso. 

Suelto un suspiro. 

—Muy bien, de hecho estoy entrenando a un boxeador nuevo—La cara de Bruno se me viene a la mente—Su coach se contactó conmigo, y quiere que lo comience a preparar desde unos meses antes de que comiencen las peleas. 

Cristina asiente, atenta a lo que digo. 

—Pero es el primer boxeador con el que trabajo, así que sin dudas cada entrenamiento es una revelación—Llevo las manos hasta mí cabello, el cuál acomodo hacía un lado. 

Mi trabajo se basa en reforzar las metas y mantener lo conseguido en el deportista desde el ámbito del gimnasio, haciendo que cada entrenamiento tenga una línea de cohesión con su deporte pero sin meterme en él. Tres veces por semana vemos entre; fuerza, aeróbico, trabajo preventivo, metabólico, y demás. Ayudando así al coach que esté especializado en la disciplina de su deportista a mejorar el rendimiento y los resultados. Es un trabajo en equipo, y me encanta. Pero además de atletas también tengo clientes que quieren verme por fines estéticos o de salud. 

Me egresé como preparadora física hace casi dos años y mentiría si dijera que no quiero llegar a las grandes ligas, a los equipos deportivos que buscan a alguien joven y con ganas de progresar. Y tampoco estaría mal tener mí propio gimnasio, como algún que otro cliente importante. 

Pero supongo que todo a su tiempo. 

—Lo estás haciendo bien, en serio, con Joan estamos muy orgullosos. 

Le sonrío agradecida. 

—Lo sé. De hecho, ¿cómo está Joan con la venta del restaurante? 

Cristina hace un gesto con la mano, cansada. 

—El pobre se la pasa agotado, desde que el lugar se vendió y lo eligieron como el jefe de cocina, no llega a casa hasta pasadas la una de la madrugada—Hace puchero con los labios—Lo extraño demasiado, pero también se que las bodas no son específicamente baratas, así que los dos nos estamos esforzando al máximo para juntar todo el dinero y no endeudarnos hasta el cuello. 

—Joan también lo está haciendo increíble, no es fácil crecer dentro de la cocina. 

Ella asiente con la cabeza—Ni que me lo digas, lo tuvieron un año entero lavando platos, y eso que ya tenía el título de la escuela culinaria. 

De repente la conversación se detiene cuando escuchamos la puerta de entrada abrirse y cerrarse, eso significa sólo una cosa: Katherine está en casa. 

Cristina hace una mueca de desagrado, pero sólo para molestarme, porque la verdad es que ambas se llevan muy bien. No son especialmente amigas, pero no tienen problema en pasar tiempo juntas y tener una charla amena. 

Salimos de la habitación a paso tranquilo, dejando el tema de la boda y el nuevo puesto de mí hermano mayor atrás. Cristina es muy reservada a la hora de hablar de su vida privada, muy parecida a mí; Las dos no mencionamos nada nuestro a menos que estemos con gente de nuestra confianza, y lamentablemente Katherine no entra en la lista de la castaña.

—¡Dalila, Dalila!—Katherine aparece chillando como loca. Cuando ve a Cristina, toma una profunda respiración—Lo siento, pensé que estábamos solas—Se disculpa con una sonrisa tímida. 

Cristina niega con la cabeza. 

—No hay problema, yo ya me iba. 

—¡Oh, no hace falta!—Medio vuelve a gritar. Katherine tiene este problema de parecer excitada de felicidad por absolutamente todo. La queremos, pero…—De hecho, me encantaría que te quedes, necesito contarles algo. 

Esclava del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora